La última conversación, antes de que se derramara la sangre.
Aguascalientes, octubre de 1914. La Revolución Mexicana tenía ante sí la oportunidad de acabar de una vez con la violencia que había vivido el país desde el inicio de la rebelión maderista en 1910. México veía con esperanza esa reunión de líderes revolucionarios que condujera a una refundación del Estado y a una vida mejor para la sociedad. Desgraciadamente, las ambiciones pudieron más que las palabras y el país quedó envuelto en una nueva guerra civil. De todo esto nos habla Felipe Avila en su libro -ya clásico- El Pensamiento económico, político y social de la Convención de Aguascalientes . El asesinato de Francisco I. Madero en 1913 y la llegada al poder del golpista Victoriano Huerta, provocó que el norte de México se levantara en armas. Comandados por el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, los norteños exigieron la renuncia de Huerta y que se restableciera el orden constitucional. A esa nueva rebelión norteña se unió un líder revolucionario que había peleado junto a Mader