El "testamento político" de Lázaro Cárdenas

 El fin de semana pasado el presidente Andrés Manuel López Obrador ingresó al Hospital Central Militar para someterse a lo que él definió como "una revisión rutinaria de su salud". El presidente es un hombre que ya sufrió un infarto y se contagió dos veces de COVID, así que necesita que de tiempo en tiempo lo revisen. 

Parte de esa revisión consistió en un cateterismo que el gobierno definió como un procedimiento "normal". No queda claro qué tan normal es que te metan un tubito al corazón, pero eso lo deben explicar los médicos. 

Al salir del hospital el presidente grabó uno de más de sus acostumbrados videos, y en él señalo que, si bien su salud era "buena", ya había escrito un "testamento político" en el que dejaba señalado qué hacer en caso de que él falleciera.

Esa declaración de inmediato provocó una oleada de críticas, pues en el lamentable caso de que el jefe del Ejecutivo mexicano fallezca no hay ningún "testamento político" que valga. Lo que hay que hacer es aplicar inmediatamente el artículo 84 de la constitución, el cual señala que el Secretario de Gobernación asumirá el cargo de presidente provisional durante no más de dos meses mientras el Congreso de la Unión nombra a otro titular del Ejecutivo, que, según el tiempo transcurrido del periodo presidencial vigente, le corresponderá llamar a elecciones o terminarlo.

Lo que hay que hacer es apegarse al "librito", como alguna vez lo llamó Ernesto Zedillo. Esa es la mejor estrategia para garantizar la gobernabilidad del país. 

Tomando como base lo anterior, recordé que otros gobernantes mexicanos han dejado "últimos mensajes". Los virreyes acostumbraban tener a mano un documento llamado "Pliego de Mortaja" en el que estaba el nombre de la persona que debería sucederlos en el cargo por si fallecían. Agustín de Iturbide escribió un pequeño texto antes de morir exhortando a los mexicanos a serle fiel al gobierno que estaba a punto de fusilarlo.

Pero quizá el "mensaje" más interesante es el que dejó el general Lázaro Cárdenas. En 1970 se cumplieron 60 años de la Revolución Mexicana y para Cárdenas era necesario revivir los principios por los cuales este movimiento se condujo, por lo menos hasta los años 40 del siglo XX.

Cárdenas pensaba pronunciar un discurso el 20 de noviembre de 1970, pero falleció el 19 de octubre de ese año. Dejó el documento inconcluso y su hijo Cuauhtémoc lo leyó cuando se cumplió un año de la muerte de su padre.

En el mensaje, Cárdenas señala lo que él considera son los problemas más importantes que vivía México a principios de la década de los 70. 

El primero es la invalidez del principio de no reelección. Si bien, dice Cárdenas, los presidentes no pueden reelegirse, el hecho de que un partido (el PRI) tenga casi todo el poder impide que surjan otras organizaciones políticas y que se consolide la vida democrática. Las organizaciones políticas son meras comparsas del Partido Oficial y los ciudadanos se alejan de la política.

Esto, dice Cárdenas, ha permitido con el paso de los años que grupos históricamente ajenos y hasta enemigos de la Revolución ingresen al partido e impongan sus programas.

Cárdenas considera que México todavía tiene que esforzarse para mantener una lejanía económica y hasta cultural de Estados Unidos, al que sigue viendo como una amenaza para nuestra existencia como país.

Pedirle dinero prestado a la larga  debilita nuestra soberanía; además de que nuestros centros de cultura superior y los medios de comunicación transforman el modo de pensar del mexicano, alejándolo se su verdadera personalidad a cambio de acercarse a Estados Unidos.

Las tierras otra vez están acaparadas por un pequeño grupo, lo que ha destruido uno de los objetivos de la Revolución: beneficiar a los campesinos. Para Cárdenas había que aplicar la fuerza del Estado para reducir el tamaño de la propiedad privada y reimpulsar las propiedades comunales con créditos y tecnología.

La banca debía nacionalizarse para que apoyara los proyectos nacionales y no sólo los del gran capital; el país necesitaba una reforma fiscal que extrajera recursos de los sectores más ricos y los redirigiera a los grupos pobres; el trabajo debía protegerse para que todos los empleados gozaran de la protección del Seguro Social, había que cuidar al obrero de los empresarios y los sindicatos que traicionaban y la educación debía servir para transformar al mexicano urbano y campesino.

Para Cárdenas, la aparición de grupos guerrilleros era producto de la frustración de una juventud ante un sistema que producía mucha riqueza pero no la repartía; y era necesario acabar con esas injusticias en México antes de que las contradicciones provocaran un enorme estallido. 

No estoy muy de acuerdo con todo lo que Cárdenas señaló en su Mensaje, pero también es cierto que es producto de una época en la que se creía que el Estado tenía la obligación de resolver todos los problemas nacionales en lugar de impulsar a los individuos para que salieran adelante de la forma que a cada uno satisficiera. 

Sin embargo, actualmente se supone que estamos viviendo un "retorno del Estado" en el que estas ideas se convertirán en políticas cada vez más comunes.

Por lo pronto no queda claro si eso pasará durante el gobierno de López Obrador, quien está más preocupado por echarle la culpa al pasado por todo lo que no puede hacer en el presente. 

El general Cárdenas, pese a todo, sí miraba hacia el futuro. 

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