¿Para qué sirvió la Revolución Mexicana?
A juzgar por la propaganda oficial, la Revolución Mexicana comenzó el 20 de noviembre de 1910 cuando Francisco I. Madero convocó a la población del país a sublevarse contra la dictadura de Porfirio Díaz; y terminó el 18 de marzo de 1938 cuando el presidente Lázaro Cárdenas expropió el petróleo para la felicidad eterna de los mexicanos.
En realidad no es fácil establecer cuándo comenzó y terminó la Revolución. Ese 20 de noviembre en realidad no pasó nada. Madero no encontró hombres suficientes para comenzar su lucha y Porfirio Díaz se llevó a su familia a comer al restaurante del hotel Geneve (que ahí sigue en la Zona Rosa) para mostrarle al país y al mundo que todo estaba en paz. La verdadera guerra comenzó a principios de 1911 con varias guerrillas que se formaron en el norte del país.
Creer que la Revolución terminó en 1938 con la expropiación tampoco es correcto. Los gobiernos posteriores, por lo menos hasta los años 90, insistieron con que la Revolución seguía viva, pero ahora transformada en un movimiento que buscaba mejorar las condiciones de vida del pueblo mexicano (a cambio de que el PRI se mantuviera por siempre en el poder, porque demócratas nunca fueron).
¿Qué fue entonces la Revolución Mexicana? ¿Cuándo comenzó y terminó? y lo más importante: ¿para qué sirvió?
La Revolución fue primero una guerra civil que se libró por lo menos desde 1909 (si incluimos la rebelión zapatista en Morelos) y duró hasta 1929 con la rebelión escobarista y la fundación del Partido Nacional Revolucionario (el antecesor del actual PRI). Luego, se convirtió, como dije antes, en un movimiento político para legitimar a un grupo que llegó al poder en 1916 (luego de derrotar a Francisco Villa) y se mantuvieron en la silla presidencial hasta el año 2000. Aunque hay quien diría que ese grupo regresó al poder en 2018, con nuevos integrantes pero un discurso muy antiguo.
En su primera etapa la Revolución tuvo líderes distintos y diferentes objetivos. Por un lado estaban los hermanos Flores Magón con su proyecto obrero-anarquista; luego apareció Francisco I. Madero con un objetivo más liberal y democrático (terminar con la dictadura de Díaz y que al fin el voto de los ciudadanos tuviera valor); por la misma época aparecieron Francisco Villa y Emiliano Zapata con sus reclamos sociales (tierra para los campesinos y terminar con la pobreza y el atraso); también apareció Venustiano Carranza con el objetivo de crear un nuevo Estado en el que la presidencia tuviera todo el poder a través de aliarse con obreros y campesinos; y al final llegaron Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles: el primero con la creación de instituciones muy importantes como la Secretaría de Educación Pública y el segundo fundó el Partido de la Revolución.
La segunda etapa comenzó en 1929 y yo propongo que terminó en 1997. En ese periodo la presidencia de la república y el partido oficial se convirtieron en las piezas fundamentales del sistema político mexicano; consolidaron su poder y nadie pudo quitárselos hasta que perdieron la mayoría en el Legislativo a mediados del sexenio de Ernesto Zedillo y luego la presidencia tres años más tarde.
En esos 71 años el país tuvo una serie de gobiernos que impulsaron el gasto público, controlaron la economía, invirtieron en la creación de infraestructura y crearon un fuerte discurso nacionalista. Siempre insistieron con la Revolución seguía viva (a pesar de que la guerra civil hubiera terminado) y ahora su meta era terminar con los males históricos de México: la miseria, la ignorancia y la injusticia.
Sin embargo, para lograr todo eso decían que la única opción radicaba en mantenerse en el poder para siempre: la posibilidad real de que un partido diferente al oficial ganara la presidencia de la república en unas elecciones era nula. México no era una democracia: era un país gobernado por un régimen paternalista, autoritario, nacionalista, más o menos anticomunista (según las circunstancias de cada momento) y muy cerrado al exterior.
¿Sirvió de algo todo eso? Pues por un lado, durante el siglo XX creció la clase media: la cual contaba con servicios médicos y educativos gratuitos, en una economía que llegó a crecer al 6% anual. Pero por otro lado la pobreza nunca desapareció (ni el analfabetismo ni las injusticias). Pasar tantas décadas gobernado por un mismo partido (aunque se adaptara levemente a las circunstancias de cada época) al final llevó a una perversión del sistema que se manifestó en momentos muy trágicos para México; como la represión a los trabajadores en 1958, la matanza de Tlatelolco diez años más tarde, las crisis económicas de los años 70 y 80 y al final el profundo debilitamiento del sistema.
México salió de esa etapa con grandes carencias (porque los gobiernos de la Revolución nunca pudieron resolverlas), pero con la esperanza de que en el siglo XXI construiría un sistema democrático en el que el voto sería respetado, tendríamos un libre juego de partidos basado en el respeto a la ley, que tanto el mercado como la sociedad civil jugarían un papel importante para modernizarnos y poco a poco nos convertiríamos en una nación moderna y próspera.
Lamentablemente muchos de esos sueños no se cumplieron. Por eso ahora tenemos un gobierno que mira con nostalgia a esos años en los que todo el país se controlaba desde Palacio Nacional; que contaba con un partido oficial fuerte que le servía para impedir que cualquier movimiento opositor se convirtiera en una amenaza; y una sociedad pequeña y cerrada ante el mundo que era fácilmente controlable a través de la propaganda nacionalista.
La Revolución no le hizo justicia a todo el país: mejoró muchas cosas, pero al momento de hacer las cuentas queda claro que es más lo que nos quedó a deber. Lo más importante: no propició la creación de una sociedad civil que participara en la política; ni le interesaba hacerlo. Sabía perfectamente que sí México llegaba a contar con una sociedad crítica y participativa, tarde o temprano perderían el poder. Por eso era más fácil gobernar repartiendo "atole con el dedo".
¿Qué podemos aprender de la Revolución Mexicana? Primero, que fue algo mucho más complejo de lo que nos contaron en la escuela. Segundo, que si bien impulsó la economía, no sirvió para crear un país democrático; y tercero: que sólo saldremos adelante si nos alejamos de esos "hombres providenciales" que nos envuelven con sus mentiras y mejor nos ponemos a trabajar todos los días para construir la nación que nosotros y nuestros descendientes merecemos.
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