El Ejército y AMLO: una amenaza para México.

El discurso del Secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval durante la ceremonia por el festejo de los 111 años del inicio de la Revolución Mexicana fue, por decir lo menos, lamentable. El general señaló que todos los mexicanos deberíamos apoyar a la Cuarta Transformación para así colaborar con el desarrollo del país:

“Las Fuerzas Armadas y la Guardia Nacional vemos en la transformación que vive nuestro país el mismo propósito de las tres primeras transformaciones, el bien de la patria. Se enfoca en desterrar la corrupción, procurar el bienestar del pueblo, el progreso con justicia, la igualdad, el crecimiento económico, educación, salud y seguridad entre otros rubros. Como mexicanos, es necesario estar unidos en el proyecto”.

Al parecer el general olvidó que su compromiso como militar es con el Estado Mexicano, con la Constitución y no con el proyecto político del presidente Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, también es un reflejo de la conflictiva historia de nuestro ejército, desde que surgió México como un país independiente. 

A diferencia de otras naciones, México ha tenido a lo largo de su historia tres ejércitos. El primero surgió en 1821 y fue la mezcla de las guerrillas insurgentes con las tropas y oficiales que desertaron del Ejército español para unirse al proyecto independentista de Agustín de Iturbide. Este primer ejército siempre se consideró a sí mismo como el verdadero autor de la independencia porque pudo separarnos de España y pretendió unir a los mexicanos bajo un mismo proyecto político. Sin embargo, desde su nacimiento tuvo problemas ya que tenía poco presupuesto y desde el principio presionó al entonces emperador para que les diera más recursos y poder. Al no conseguirlo muchos de sus miembros (como Vicente Guerrero, Antonio López de Santa Anna y Guadalupe Victoria) se levantaron en armas mientras que el resto no defendieron a la monarquía, la cual cayó en 1823.

El primer ejército mexicano tuvo un papel importante en nuestra historia durante la primera mitad del siglo XIX: le tocó enfrentarse a la expedición de Barradas de 1829, a la guerra de Texas en 1836, a la guerra con Francia en 1838 y a la guerra con Estados Unidos en 1847. Sin embargo, seguía siendo un ejército pequeño, pobre y con pocos recursos; además de que sus oficiales se valían de sus cargos y su tropa para intervenir en la política. Al final se unieron a la facción conservadora, pelearon contra Benito Juárez y los liberales y fueron derrotados en 1861.

El segundo ejército mexicano surgió de las guardias nacionales; cuerpos de defensa que existían en cada estado del país para protegerlos de una invasión y también de la delincuencia. Estas guardias nacionales apoyaron a Juárez en la Guerra de Reforma y en la segunda guerra contra Francia entre 1862 y 1867. Con el triunfo republicano se convirtieron en el siguiente ejército y luego Porfirio Díaz se encargó de modernizarlo, aunque nunca le dio recursos suficientes para que se convirtiera en una amenaza para su gobierno. 

Ese segundo ejército se encargó más bien de reprimir las sublevaciones campesinas que sufrió México entre 1876 y 1910 y luego se enfrentó a las tropas revolucionarias hasta 1914, cuando desapareció tras la firma de los Tratados de Teoloyucan.

El tercer ejército mexicano, (que existe hasta la actualidad) nació con el Ejército Constitucionalista de Venustiano Carranza en 1913, cuando el entonces gobernador de Coahuila se levantó en armas contra la dictadura de Victoriano Huerta. Tras vencer a ese tirano se enfrentó a Francisco Villa, a Emiliano Zapata, a otros sublevados y también jugó un papel importante en la creación del Estado revolucionario a partir de la promulgación de la Constitución de 1917. 

Ahora bien: ¿para qué le sirve a México tener un ejército? pensemos que al norte tenemos un vecino que cuenta con las fuerzas armadas más poderosas del mundo. Pensar en que podríamos ganar una guerra con Estados Unidos es una mera fantasía. Al este tenemos a Cuba, que no fue una amenaza directa para nosotros durante el siglo XIX (más bien la amenaza era de España, quien alguna vez usó la isla para invadirnos en 1829 pero no tuvo éxito). Durante el siglo XX y a pesar de la llegada del comunismo a Cuba mantuvimos una buena relación, la cual sigue hasta el día de hoy.

Al sur tenemos a Guatemala, un vecino con el que nuestra relación siempre ha sido problemática y con quien hemos estado a punto de entrar en guerra en dos ocasiones, durante los gobiernos de Porfirio Díaz y Adolfo López Mateos. Pero fuera de eso hemos preferido recurrir a los cauces diplomáticos para resolver (o sobrellevar) los problemas de una frontera muy compleja debido al flujo migratorio y al tráfico de drogas. 

¿Qué hacemos entonces con nuestro ejército? Desde los años de las primeras Fuerzas Armadas Mexicanas, su labor se ha orientado a la política interior. Ante la falta de un cuerpo de policía capacitado el ejército se dedicó a perseguir delincuentes (principalmente bandoleros). Ya fueran tribus indígenas o cuatreros que asolaban la frontera, el ejército los perseguía. Si bien desde la independencia surgieron milicias cívicas que intentaban suplir al ejército en esa función, las Fuerzas Armadas se volvieron muy celosas y no permitieron que esos cuerpos tuvieran mucho poder.

El segundo ejército mantuvo esa costumbre. Aunque ya existían grupos paramilitares como el Cuerpo de Rurales para defender los caminos, fue el ejército quien se encargó de combatir las sublevaciones de Yaquis, Mayas y de reprimir movimientos sociales como las huelgas de Cananea y Río Blanco a principios del siglo XX. 

El tercer ejército hizo lo mismo. Desde las matanzas de Topilejo en 1930 y León en 1946, la represión a los trabajadores de 1958 y a los estudiantes de 1968 y el combate a la guerrilla en los 70. Sin embargo, ese tercer ejército que surgió como una pieza del Estado Revolucionario también pasó por una etapa de modernización y no siempre estuvo contento con el papel que le asignó el gobierno de dedicarse a reprimir movimientos sociales. 

Junto con esas medidas el ejército se dedicó también a hacer obras sociales: plantar árboles, pintar escuelas, alfabetizar, vacunar niños y otras. Pero su gran función también fue la de combatir la delincuencia, especialmente en zonas muy remotas del país como Sonora y Sinaloa. 

El crecimiento del narcotráfico a finales de los años 70 les dio una nueva misión: primero destruían plantíos de mariguana, luego persiguieron a narcotraficantes y con el paso de los años y el crecimiento del problema se volvieron, a los ojos de los políticos mexicanos, la única alternativa para evitar que México se transformara en un "Narco-Estado".

Todo lo anterior se logró porque entre el Ejército y el Estado Mexicano se estableció un "pacto", por el cual el primero reconocía la autoridad del segundo a cambio de recibir constantemente diversos beneficios: más presupuesto, nuevas instalaciones, algo de poder político para algunos de sus miembros y normalmente un cierto espacio para la corrupción.

Durante los años del Primer Ejército el Estado era muy débil y no podía favorecer a sus fuerzas armadas como hubiera querido, por lo que las sublevaciones eran un modo de hacerse poderosos y conseguir recursos. Ese pacto lo comenzó Porfirio Díaz, quien modernizó al ejército y permitió que sus oficiales se enriquecieran, a veces corrompiéndose. 

El Estado mexicano del siglo XX revivió ese pacto con el Tercer Ejército; el cual de antemano se consideraba como salido de la Revolución Mexicana. En parte gracias a ese "modus vivendi" el país gozó por décadas de una estabilidad política que no tuvieron otros países de Latinoamérica.

Cuando el PRI empezó a perder el poder a finales de la década de los 80 el rol del ejército tuvo que cambiar: la sublevación zapatista, el fortalecimiento de la oposición (que ganó presidencias municipales, gubernaturas, diputaciones, senadurías y al final la Presidencia de la república), hizo que el ejército tuviera que dialogar con ellos. En algún momento se consideró que ya era necesario unir a la Marina de Guerra con el Ejército y la Fuerza Aérea en una nueva secretaría de Estado que además estuviera dirigida por un civil. 

Pero al final eso no ocurrió. Conforme creció el narcotráfico a partir de 2006 también se incrementó la presencia de los militares en las calles. Aunque la Constitución lo prohibía, los gobiernos estatales y el federal decidieron que era necesario usar a los soldados en lo que surgía una policía lo suficientemente capacitada para enfrentarse al problema y regresaba la tropa a los cuarteles. Así pasaron los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. 

Al llegar al poder Andrés Manuel López Obrador, faltó a la promesa que había hecho de terminar con la militarización del país. En realidad les dio más poder al poner en sus manos la construcción del nuevo Aeropuerto "Felipe Ángeles", al encargarse del Tren Maya, de las Aduanas y al entregarles la Guardia Nacional, un cuerpo creado para combatir a la delincuencia que supuestamente sería manejado por civiles pero siempre ha tenido una enorme influencia del ejército. 

Con todo eso las Fuerzas Armadas han conseguido un enorme poder y mucho dinero; lo que ha provocado que se corrompan. Justo hace unos días "Latinus" informó que revisó 966 contratos otorgados por el ejército para la realización de diversos servicios en la construcción del nuevo aeropuerto y encontró que muchas de las empresas contratadas están acusadas de desvío de recursos o sus domicilios fiscales no corresponden a las funciones que dicen realizar. 

Dice "Latinus" en su reportaje: "encontramos empresas fantasma, compañías acusadas de desvío, proveedores de juegos infantiles a los que rentaron tractocamiones, y hasta un señor en una pequeña tlapalería que, según los papeles, es el principal contratista del aeropuerto".

La respuesta del gobierno de AMLO fue declarar todas sus obras como "Seguridad Nacional" por lo que no tendría que informarle a nadie qué está haciendo y cuanto gasta en ello. Eso es un golpe descarado a la libertad de información que además lastima seriamente la imagen del ejército. 

Según López Obrador es necesario confiarle cada vez más labores a las Fuerzas Armadas porque ellas son patriotas, disciplinadas e incorruptibles; pero la historia nos demuestra que cuando los generales reciben mucho dinero, rápidamente se corrompen. 

Las medidas de AMLO son transexenales. Los próximos gobiernos tendrán que lidiar con un Ejército muy poderoso que bien puede entrometerse en la política, creyendo que ellos son los únicos que pueden resolver los problemas nacionales. Para una nación que se ha formado en una tradición civilista, eso sería un golpe que tardaría muchos años en sanar. 

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