¿Podemos aprender de la Historia?
"Occidente siempre ha esperado demasiado de su historia" dijo Marc Bloch en su famoso libro Apología para la historia. Somos una cultura que se ha alejado de las explicaciones divinas y que busca en el pasado las pistas para comprenderse y así planear su futuro, o para culpar a nuestros ancestros de los problemas que tenemos hoy. Muchas veces es todo eso al mismo tiempo.
¿Podemos aprender de la historia? Hay una frase muy famosa que mucha gente repite aunque tal vez no entiendan bien su significado: "El que no conoce su historia está condenado a repetirla". Eso significaría que la historia es un producto peligroso que se vale de la ignorancia para mantenerse entre nosotros y nos provoca problemas a cada rato, pero si hacemos el esfuerzo por conocerla eliminaremos ese peligro y podremos caminar seguros por la vida.
Ojalá fuera tan simple como eso, pero en realidad nada nos asegura que el futuro será más sencillo tan sólo por conocer el pasado. ¿Por qué entonces le damos tanto valor a la historia?
Occidente ha tenido dos formas esenciales de explicarse cómo transcurre el tiempo y de qué forma nos afecta. Hace miles de años los griegos creían que el tiempo era circular: la vida transcurría a través de ciclos que se repetían continuamente, por lo que aprender del pasado serviría para protegerse ante el futuro, pero también eso creaba una visión fatalista: hagas lo que hagas de todos modos la historia se repetirá y, citando a José Alfredo: "caerás en los mismos errores".
Por otra parte, la cultura judeocristiana creó una visión lineal de la historia: todo tiene un inicio y todo tendrá un final. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis y el Juicio Final, la historia humana es la lucha por merecer la Gloria después de la muerte. Entonces, mas que conocer la historia lo que necesitaría el ser humano es aprenderse de memoria los Diez Mandamientos y aplicarlos todos los días para así no cometer ningún pecado e irse derechito al Paraíso.
Sin embargo, esa forma de pensar hace creer que la historia no es necesaria puesto que en el Universo todo ocurre sólo una vez. Pero resulta que no es así. El Judaísmo y el Cristianismo son religiones en las que los acontecimientos históricos y el diálogo entre el hombre y Dios son una constante. En las ceremonias de ambas religiones todo el tiempo se recuerdan acontecimientos (reales o falsos) ocurridos en el pasado y que le dan sentido al presente.
Entonces, por un lado Occidente sigue creyendo que todo es un ciclo y todo se repetirá; y por otro lado todo es una línea y sólo ocurrirá en una ocasión. Con base en estas dos interpretaciones de la historia surgieron muchas otras como la que cree que el tiempo es algo así como una espiral que siempre pasa por el mismo sitio pero a un nivel diferente; o la explicación de que el tiempo se divide en múltiples ramas y cada una a su vez en otras ramas que son independientes entre sí pero al mismo tiempo están relacionadas.
Entonces, ¿podemos o no aprender de la historia? Durante siglos la respuesta fue afirmativa: la historia era la mejor consejera de los poderosos porque a través de las experiencias de otros hombres podrían tomar decisiones que les fueran convenientes. Pero con el arribo de la modernidad (y especialmente entre los siglos XIX y XX) esta forma de pensar fue severamente criticada. El pasado parecía algo muerto y desechable. Sólo valía la pena medir e interpretar el presente para así planear el futuro.
Lo cierto es que en el siglo XXI seguimos influidos por los que dicen que si conocemos el pasado dominaremos el futuro y por los que creen que ignorando el pasado tendremos un buen destino.
¿Yo qué creo? que sí podemos aprender de la historia, que el conocimiento del pasado puede mejorar nuestras vidas pero al mismo tiempo a los seres humanos no nos gusta que nos digan lo que debemos hacer. Preferimos experimentar en cabeza propia en lugar de aprender de los errores ajenos.
No caemos en los mismos errores (citando otra vez a José Alfredo), pero estos siempre se parecen entre sí.
¿Para qué entonces nos sirve la historia, si no nos gusta aprender de ella? Más allá de un mero utilitarismo, la historia nos da identidad. Nos ayuda a entender quiénes somos, cuál es nuestro entorno y por qué tiene determinadas características. Y eso para cualquier ser humano es fundamental.
Si logro averiguar quién soy y cómo influye en mí lo que me rodea, podré ser más empático ante los demás y también contaré con las experiencias ajenas para usarlas a mi conveniencia. A veces imitándolas o en otros casos rechazándolas.
La historia es importante; pero importa más el ser humano. Tanto el que vivió el pasado como el que lo estudia.
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