AMLO y la UNAM, ¿De qué se trata?

 Desde hace más de una semana el presidente Andrés Manuel López Obrador se ha dedicado en sus conferencias mañaneras a atacar a la Universidad Nacional Autónoma de México. 

La ha criticado porque supuestamente "se "hamburguesó" (creo que quiso decir que la UNAM se había "aburguesado"); se convirtió en una universidad de derecha que abandonó el pensamiento crítico, se entregó totalmente al Neoliberalismo y dejó de cumplir con su responsabilidad crítica.

Luego dijo que el rector ganaba un sueldo demasiado elevado: de doscientos mil pesos (en realidad no llega a los 178 mil) y que la universidad necesitaba "una sacudida", aunque recalcó que respetaba la autonomía universitaria. 

Mao Zedong dijo alguna vez que el caos bajo los cielos era una magnífica situación. Lo cierto es que México vive en la incertidumbre desde que AMLO ganó las elecciones de 2018. Como ejemplo están la suspensión de las obras del aeropuerto de Texcoco y la construcción de otro en Santa Lucía, el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas que constantemente han sido criticadas por su precio e ineficiencia, la contrarreforma energética que le devuelve al Estado el monopolio de la producción de electricidad y la reforma fiscal que ha sido considerada como una medida para aterrorizar a los contribuyentes.

Además, el presidente ha usado sus conferencias de prensa mañaneras para exhibir a quienes considera sus enemigos: Claudio X. González, Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín, los diarios Reforma, El Universal, El Financiero y Financial Times, las organizaciones de la sociedad civil, los tuiteros que todos los días señalan los errores de este sexenio y hasta la clase media "aspiracionista" son acusados de provocar todos los males del país.

A ese grupo se suma la UNAM. La pregunta es: ¿por qué?

El "estilo personal de gobernar" (citando a Cosío Villegas) de AMLO lo lleva a tomar todas las decisiones y a ser la única voz de su gobierno. Esa concentración del poder hace que sus filias y fobias, sus anhelos e intereses; todo se conjunta en ese espectáculo que es la conferencia mañanera. 

Por un lado tenemos a un presidente que durante su paso por la UNAM no fue un alumno destacado: tardó 14 años en  acabar la carrera de Ciencias Políticas  y al final salió con un promedio de 7.54. Además, su crítica a la UNAM demuestra que no está informado sobre todo lo que ha hecho la Universidad en los últimos años. Si hubo un sitio que criticó severamente a los gobiernos mexicanos contemporáneos (desde Carlos Salinas y hasta Enrique Peña Nieto), ese lugar fue la UNAM.

Tan así que entre 1994 y 2018 la mayoría de los altos funcionarios públicos (incluidos los presidentes) no estudiaron en la UNAM; ahora salieron del IPN, la UIA, la ELD y la UP, además de que la mayoría hicieron sus posgrados en otras universidades privadas o en el extranjero.

Por el otro lado tenemos a una de las universidades más grandes y complejas del mundo, con una población de más de 400 mil integrantes, entre estudiantes, académicos y administrativos. 

Una universidad que nació en 1910 y en 1929 alcanzó su autonomía, que en los años de Lázaro Cárdenas tuvo conflictos con el gobierno por defender su libertad de cátedra, que también es uno de los proyectos sociales más importantes del Estado Mexicano (ya que el modelo de universidad de masas tenía por objeto crear una enorme clase media), que luego tuvo conflictos con Díaz Ordaz y  Echeverría, sobrevivió a la huelga de 1999 y sigue siendo la más importante de México. 

¿Qué está pasando en el fondo? Parece que el presidente usa las mañaneras para distraer al país de sus verdaderos problemas: la inflación ya sobrepasó el 6%, han muerto cientos de miles de personas por la epidemia del COVID y la violencia provocada por el crimen organizado no ha descendido a pesar de la política de los abrazos y no balazos.

Por otro lado, la UNAM cambiará a su rector en 2023, justo cuando se fortalezca la carrera por la presidencia de la república y controlar a la Máxima Casa de Estudios es una tentación para cualquier gobierno, especialmente para el que tenemos ahora. 

Además, el periodista Salvador Camarena señaló hace unos días que en el fondo los ataques a la UNAM pueden tener por objeto controlar a todas las universidades a través de un Sistema de Evaluación y Acreditación de la Educación Superior, que podría influir en la designación del presupuesto para las universidades públicas y en el reconocimiento a las privadas. 

La UNAM siempre ha sido un espacio en el que convergen ideologías muy diferentes. Las huelgas de 1968, 1986 y 1999 mostraron a una comunidad universitaria que no siempre caminaba en una misma dirección. 

Y tenemos un presidente que, al parecer, cree que todos sus proyectos siempre funcionarán. Ojalá no se equivoque con la UNAM. El país no necesita que su universidad más importante entre en una etapa de crisis y menos en este momento.



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