Emiliano Zapata en la Cuarta Transformación


El 10 de abril de 2019 se cumplen 100 años del asesinato de Emiliano Zapata en la hacienda de Chinameca en el estado de Morelos. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha declarado que este sea “El año del Caudillo del Sur” y, según sus palabras “Es uno de los luchadores sociales de México que han ofrendado su vida y libertad por la defensa de nuestra soberanía”.

            A pesar de que no forma parte del grupo de héroes de la patria a los que López Obrador se refiere constantemente y que tiene como símbolos de su gobierno (Morelos, Hidalgo, Juárez, Madero y Cárdenas), Emiliano Zapata es un referente obligado para este gobierno porque representa históricamente la lucha de los sectores más desprotegidos del país por defender sus derechos.

            Desde sus varias campañas por la presidencia, López Obrador ha señalado que para lograr un verdadero desarrollo nacional es necesario poner primero a los pobres y en ese sentido el proyecto de la Cuarta Transformación logra adueñarse del Zapatismo para legitimarse.

            Es común que los gobiernos utilicen la historia para legitimarse. Colocarse en los hombros de los grandes personajes del pasado sirve para darle sentido a los líderes de cualquier tiempo. Les reviste de un aura de poder al conectarlos con el pasado y además de ese modo pueden justificar los proyectos que llevarán a cabo.

            Sin embargo, al utilizar de esa manera la historia existe el riego de convertirla en un mero justificante de las acciones que toman los gobiernos, lo cual hace que se pierda de vista su función primordial: darle sentido al presente a través de la comprensión del pasado.
            Emiliano Zapata no fue solo “el caudillo del sur”; no se dedicó únicamente a pelear contra sus enemigos por darle la tierra a los campesinos mexicanos. Su vida es mucho más compleja e interesante como para mantenerlo como estatua de bronce.

            En la vida de Zapata hubo tres acontecimientos que hay que tomar en cuenta para la Cuarta Transformación: la ruptura con Francisco y Madero en 1911, la participación zapatista en la Soberana Convención de Aguascalientes de 1914 y el regreso de Zapata a Morelos en 1915 en lugar de enfrentarse a las tropas de Álvaro Obregón.

            Zapata era un ranchero del estado de Morelos, de una familia que habitaba en esa región desde siglos atrás y le había tocado ser parte de la constante lucha entre las comunidades indígenas y las haciendas por la posesión de la tierra. Los hacendados habían contado con el apoyo del Estado durante el siglo XIX, el cual quería modernizar al país creando miles de pequeños ranchos que dieran paso a una nueva clase media agrícola. En ese proyecto los pueblos de campesinos -acostumbrados desde el Virreinato a la propiedad comunal- no tenían cabida. Las sublevaciones indígenas fueron comunes por la defensa de sus antiguos derechos y para principios del siglo XX esta situación no había cambiado.  
   
            La decadencia del Porfiriato y su posterior caída incrementaron el interés de los hacendados por hacerse de más tierras y obligaron a los campesinos a organizarse para defender sus propiedades. Zapata, que desde 1905 había participado en esas luchas de las comunidades, consideró que el Maderismo podía ser una opción para proteger a los pueblos de México, pues Madero se había comprometido en el Plan de San Luis a regresarle las tierras a las comunidades que las hubieran perdido injustamente.

            Zapata se levantó en armas en 1911 y su Ejército Libertador del Sur tuvo mucho éxito en sus batallas contra el ejército mexicano. Llegaron a ocupar casi todo el estado de Morelos, Puebla, partes de Guerrero, del Estado de México y hasta la zona del Ajusco en la ciudad de México.

            Cuando Díaz renunció a la presidencia y abandonó el país los zapatistas creyeron que Madero cumpliría sus promesas y los defendería de los hacendados, pero no ocurrió así. Madero consideraba que había que cuidar la propiedad privada y que en todo caso los cambios que necesitaba el país ocurrirían a través de leyes emitidas por el Congreso y no por una mera repartición de la tierra.

            Zapata se reunió en dos ocasiones con Madero y nunca se pusieron de acuerdo. Además, las tropas federales seguían atacando a los zapatistas lo que demostraba que el nuevo gobierno no estaba dispuesto a apoyar a los campesinos. Decepcionado por esto Zapata decidió levantarse en armas en contra de Madero, al que había apoyado antes, pues consideró que era un simple tirano que quería satisfacer sus ambiciones personales.

            En el discurso de la Cuarta Transformación el presidente Madero es considerado un apóstol de la democracia, pero también es necesario tomar en cuenta las rencillas que tuvo con el grupo de revolucionarios que lo ayudaron a derribar el gobierno de Diaz. El conflicto con Zapata fue producto de dos visiones totalmente diferentes sobre el futuro del país.

            El zapatismo se mantuvo en pie de guerra contra las tropas federales entre 1911 y 1914. Les tocó enterarse del golpe de Estado y asesinato de Madero en 1913 para luego seguir peleando ahora contra el dictador Victoriano Huerta. Eso también fortaleció la enorme desconfianza que Zapata le tendría a los otros líderes de la Revolución.    

En 1914 luego de que las tropas de Venustiano Carranza, Francisco Villa y Álvaro Obregón destruyeron la dictadura de Victoriano Huerta y vengaron la muerte del presidente Madero, se llevó a cabo uno de los experimentos políticos más interesantes de nuestra historia, además de que era un intento para evitar que esos revolucionarios se enfrentaran por el poder en una nueva guerra civil.

La Soberana Convención de Aguascalientes intentó evitar que Villa y Carranza ensangrentaran al país y al mismo tiempo se propuso establecer las bases sobre las que construirían un nuevo México. Para lograrlo se dieron cuenta de que era necesario incluir al bloque zapatista, el cual ya contaba con el Plan de Ayala que enfatizaba la defensa de los derechos de las comunidades indígenas.

La mezcla de convencionistas y zapatistas dio pie a uno de los programas ideológicos más interesantes del siglo XX. Como señala Felipe Ávila, además de exigir tierras para las comunidades campesinas este programa estableció que era necesario subordinar el poder político a la sociedad civil, que había que establecer la revocación de mandato para el presidente de la república, el derecho a huelga de los trabajadores, la instauración de un régimen parlamentario y la disolución del ejército cuando éste no fuera necesario. Justamente algunas de las propuestas del gobierno de López Obrador se pueden encontrar en el programa de la Convención de Aguascalientes, lo cual también sirve para legitimar a la Cuarta Transformación.

Al no lograrse un acuerdo entre Villa y Carranza estalló una nueva guerra en 1915. Zapata y Villa se habían aliado para derrotar a las fuerzas de Carranza y convertir a la Convención en el nuevo gobierno de México. Pero al final Zapata no cumplió con su parte. Entre el asesinato en la ciudad de México de Paulino Martínez, uno de sus colaboradores más importantes por parte de un grupo de villistas y que supuestamente Villa no lo respaldó, Zapata se regresó a Morelos mientras el segundo peleaba en 1915 las batallas del Bajío contra uno de los colaboradores más cercanos de Carranza: el general Álvaro Obregón.

Zapata pudo tener otras razones para no participar en las batallas del Bajío: tal vez fue la desconfianza que el caudillo del sur tenía de los otros líderes revolucionarios, o quizá pensó que su participación no era necesaria porque las fuerzas de la División del Norte eran lo bastante poderosas para destruir a Obregón: y también puede ser que no tuviera las tropas suficientes para hacerlo pues su ejército estaba formado por campesinos que tenían que regresar a cuidar sus tierras. El hecho es que la ausencia de los zapatistas en esas batallas también provocó el triunfo del Constitucionalismo.

Villa fue derrotado y tuvo que regresar al norte del país. Mientras tanto Zapata y sus fuerzas le dieron asilo en Morelos a la Convención y se dedicaron a expropiar más tierras, a fomentar el autogobierno, a alfabetizar a los niños y a atender a huérfanos y viudas. Pero empezó una época muy dura que al final terminó con el asesinato de Zapata.

Luego de derrotar a Villa y adueñarse de la ciudad de México, los carrancistas se enfocaron en apoderarse del estado de Morelos y destruir a los zapatistas. A principios de 1915 promulgaron una ley en la que prometían a los campesinos que les regresarían las tierras que habían perdido años antes y enviaron a Morelos a una enorme fuerza militar bajo el mando del general Pablo González.

La Convención se disolvió al no poder alcanzar el poder y Pablo González atacó Morelos como antes habían hecho Juvencio Robles y Victoriano Huerta. Los últimos tres años de vida de Zapata fueron de un enorme debilitamiento para el zapatismo con deserciones, traiciones y las comunidades cada vez más cansadas por tanta lucha. El 10 de abril de 1919 un coronel llamado Jesús Guajardo invitó a Zapata a comer en la hacienda de Chinameca con la promesa de unirse a su movimiento. Al momento de entrar Zapata con su escolta, los soldados de Guajardo dispararon y murió el caudillo del sur.

Con el paso de los años la figura de Zapata fue usada primero como un símbolo de los gobiernos de la revolución para luego convertirse en una figura usada por los movimientos de izquierda. La Cuarta Transformación ha hecho promesas que recuerdan al programa de la Convención de Aguascalientes y es normal que un gobierno recurra a la historia para legitimarse. Pero también es necesario recordar a Zapata con sus claroscuros: la historia de bronce sólo crea estatuas mientras que conocer el pasado con sus contradicciones nos ayuda a entender el presente.








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