Las lecciones que nos dejó la revolución de independencia.
Miguel Hidalgo y la
Independencia nacional forman parte de uno de los episodios más conocidos de
nuestra historia; por lo menos si tomamos en cuenta la cantidad de gente que
sale cada noche del 15 de septiembre a divertirse y a gritarle vivas a este
país. Pero este acontecimiento puede servirnos también para extraer
lecciones que nos servirían para mejorar al México de 2016. Es cierto que las
circunstancias que vivía este territorio hace más de 200 años eran muy
distintas a las que tenemos ahora, pero también es verdad que muchas de esas características
se mantienen hasta el día de hoy y al final, los seres humanos somos los
protagonistas de la historia; y nosotros no hemos cambiado mucho a pesar del
paso del tiempo: seguimos apresados por nuestros miedos y nuestras pasiones.
¿Cuáles son entonces las
lecciones que hoy podemos aprender de nuestra revolución de independencia? Yo
considero que las más importantes son las siguientes:
El
exterior siempre ha influido en nuestra historia: Si
bien recordamos la rebelión de Hidalgo como el punto de inicio de nuestra
revolución de independencia, en realidad el verdadero inicio ocurrió dos años
antes, en 1808. En ese año España fue invadida por las tropas de Napoleón
Bonaparte, quien pretendía extender su imperio por la península hispánica y las
colonias americanas. Cuando la Casa de Borbón (los gobernantes de España)
perdió la corona, en América comenzó una grave crisis política porque ya no
había un rey legítimo.
El
dinero siempre es importante: Al inicio de la revolución
de independencia Nueva España tenía serios problemas económicos. Para algunos
autores como Carlos Marichal estaba de plano quebrada. Resulta que España a
través de una serie de reformas administrativas conocidas como Reformas
Borbónicas se dedicó a extraer capitales de sus colonias (especialmente de
México) para pagar sus gastos en Europa. Entre 1790 y 1820 la Corona extrajo de
Nueva España cerca de 250 millones de pesos en plata, más del 90% de la
producción total.
A esto hay que sumarle una
serie de nuevos impuestos y préstamos forzosos que afectaban especialmente a
los pequeños granjeros y a las comunidades indígenas. El enojo entre los
novohispanos era muy grande y también por eso una de las promesas de Hidalgo al
comenzar su rebelión fue que terminaría con todos esos tributos.
Una
sociedad dividida es muy débil: Nueva España no era una
nación; era parte de un imperio más grande y a su interior estaba dividida en
una serie de grupos raciales y económicos: españoles, criollos (americanos
hijos de españoles), indígenas y el enorme grupo de mestizos en el que también
había africanos y asiáticos. La Revolución de Independencia no fue entonces una
guerra entre mexicanos y españoles para empezar porque no existía todavía un
país llamado México. Para los novohispanos la patria era la Corona, pero no
había una identificación clara entre un habitante de las provincias internas
(hoy la zona norte de México), las intendencias del centro y la intendencia de
Mérida (hoy península de Yucatán).
Nunca
hay que ignorar a los símbolos y líderes populares: Esa
sociedad dividida que no se identificaba como un solo país se unió por valores
y líderes comunes. La religión fue fundamental para lograrlo. La virgen de
Guadalupe se convirtió en el símbolo de los insurgentes y la de Los Remedios de
los realistas. A los insurgentes también los unió un mensaje de esperanza
(“dejaremos de pagar tributos”, “acabará la pobreza”, “la burocracia virreinal
dejará de explotarnos”) y a los realistas los unió el miedo al caos (“Hidalgo
quiere coronarse rey”, “matará a todos los leales a la Corona”, “es un traidor
justo cuando deberíamos defender a España del ataque de Napoleón”).
En esa revolución fueron muy
importantes los líderes del pueblo, y algunos de ellos fueron sacerdotes como
Hidalgo, Morelos y Santiago Matamoros; pero también hubo bandoleros como Chito
Villagrán, funcionarios como Miguel Domínguez y mujeres como Leona Vicario y
Josefa Ortiz de Domínguez. Hasta existió una sociedad secreta “Los Guadalupes”
formada por abogados y pequeños empresarios que con sus contactos en el
gobierno virreinal conseguían información y recursos para ayudar a Morelos a
seguir su lucha en el sur.
Las
revoluciones pueden tener diferentes proyectos políticos y terminar de forma
muy parecida a como empezaron: Hidalgo quería al principio
defender los derechos de Fernando VII y acabar con la opresión que sufrían
indígenas y criollos por parte de la burocracia virreinal. El cura Morelos
intentó independizar a Nueva España, convertirla en una república parlamentaria
y proteger a los más pobres. Iturbide por su parte decidió crear un imperio en
el que todos sus habitantes tuvieran los mismos derechos y fueran católicos.
Pero fue hasta 1824, a tres años de ocurrida la independencia, que este país se
convirtió en una república federal que comenzó un largo y difícil camino para asegurar
el bienestar de todos sus habitantes. Algo que a casi 200 años de la
consumación de la independencia todavía no hemos logrado.
Ver nuestro pasado puede
darnos importantes lecciones para nuestro presente, y además eso sirve para que
lo vivido ayer vuelva a ser importante y tengamos claro de dónde venimos y
hacia dónde queremos ir.
Una última lección que nos deja la revolución de independencia: por cada personaje histórico de existencia o comportamiento dudoso tenemos a miles de mexicanos oscuros pero muy valientes que no se acobardaron ante las circunstancias y lo dieron todo (en muchas ocasiones hasta sus vidas) para que este país mejorara. Todos ellos merecen, como dice nuestro himno nacional "un recuerdo de gloria y un sepulcro de honor"
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