Siempre en mi mente...

Creo que nunca se los he contado pero yo tuve un tío muy querido que se dedicó al espectáculo. Mi tío Chava venía de una familia muy pobre con muy pocas oportunidades para salir adelante, pero él encontró muy pronto el camino que lo llevó a tener una vida muy rica en experiencias: la danza. 
Mi tío Chava fue bailarín en el Ballet Folclórico de México de Amalia Hernández, lo que le permitió conocer muchos países y a muchas personas interesantes. Al mismo tiempo trabajó en teatros y centros nocturnos junto a Manuel "El Loco" Valdés, Silvia Pinal, Lucía Mendez y Antonio Aguilar; en esa época dorada del espectáculo mexicano que se acabó en los años ochenta por la crisis económica, el crecimiento de la delincuencia y el terremoto que destruyó esta ciudad a mediados de esa década. 
Entre las muchas personas que conoció y con las que trabajó estaba por supuesto Alberto Aguilera Valadez. Todos lo conocemos como "Juan Gabriel", pero mi tío Chava (y los más cercanos al cantante) siempre lo llamaron por su nombre real. "Alberto" fue un amigo cercano de mi tío a principios de los años 70, cuando Juan Gabriel se estaba convirtiendo en uno de los cantantes más importantes de América Latina. 
Tal vez Alberto y Chava se hicieron buenos amigos porque los dos tuvieron una infancia difícil. Alberto nació en Michoacán en los años 50 pero su vida estuvo marcada por la frontera norte, la pobreza, la ausencia del padre y el descubrimiento de la música. Vendrían después los centros nocturnos en Ciudad Juárez, el encuentro con el gran José Alfredo Jiménez, la cárcel en Lecumberri y al final su ascenso a la fama cuando en 1971 grabó una canción claramente autobiográfica: No tengo dinero
Juan Gabriel pertenece a esa generación de cantantes que contaron con la televisión para difundir sus canciones en un momento en el que en México y en América Latina el negocio de la música popular era controlado por una sola empresa: Televisa. Y sólo había un programa de televisión en todo el continente que podía asegurar el éxito (o condenar al fracaso) de quienes allí se presentaban: Siempre en Domingo. 
Fue gracias también a Raúl Velasco (un hombre a veces siniestro, muchas veces muy conservador, pero muy importante y que se merece que un historiador escriba su biografía) que Juan Gabriel, José José, Rocío Durcal, Camilo Sesto, Julio Iglesias, Luis Miguel, Pandora, Timbiriche y muchos otros se hicieron famosos en el mundo entero y que se formó un gusto musical en el público mexicano y latinoamericano que duró por lo menos hasta principios de este siglo. 
La muerte de Raúl Velasco, el declive del negocio de la música y el crecimiento de Miami como nueva "capital" de la música popular en español terminaron con esa época, pero Juan Gabriel siguió adelante porque a pesar del enorme impulso que tuvo con la televisión no era un artista que dependiera de ella; para Juan Gabriel eran más importantes los teatros, las arenas, los estadios y los palenques. Allí se encontraba con su público, el que lo adoraba en todo momento y le perdonaba que el paso de los años fuera mermando su voz. 
Por supuesto que al hablar de Juan Gabriel es imprescindible señalar la homosexualidad; algo que él nunca reconoció ("Lo que se ve no se juzga", como le dijo al periodista Fernando del Rincón) pero siempre estuvo allí. Juan Gabriel es parte de esas figuras del siglo XX como Salvador Novo, Chabela Vargas y Carlos Monsiváis a quienes les tocó vivir en un México profundamente hipócrita, "macho", misógino y que asesinaba homosexuales porque le daba pánico (como ahora) reconocer que en su cultura también es homosexual. 
Pero Juan Gabriel con sus canciones lograba que los machos se dieran la oportunidad de salir del closet aunque fuera un momento. 
Dice Pedro Palou que con la muerte de Juan Gabriel México ha entrado definitivamente a la "posmexicanidad": se acabó esa época que comenzó en los sesenta en la que convivieron por última vez el México rural que venía de la Revolución Mexicana y al que le crearon una serie de mitos con las canciones rancheras interpretadas por Pedro Infante, Javier Solís, Cuco Sánchez y José Alfredo Jímenez; y el México urbano que era el orgullo de personajes como Miguel Alemán y Adolfo López Mateos, en el que el mambo, el rock y luego la balada setentera definieron el gusto musical de millones. Vivimos nuevos tiempos en la música popular mexicana, aunque no a todos nos agraden. Tal vez por eso siempre volveremos a Juan Gabriel. 
Antes de morir, mi tío le pidió a mi mamá que si alguna vez tenía la oportunidad de hablar con Juan Gabriel le enviara sus saludos y le dijera que esperaba que se acordara de él. Mamá ya no pudo cumplir con ese encargo, pero espero que Chava y Alberto se hayan reencontrado pues tenían muchas cosas que platicar. 


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