Los empresarios ante la iniciativa de reforma fiscal.

Como informa hoy el periódico Reforma, diversos representantes de la iniciativa privada se molestaron por la propuesta de reforma hacendaria que ayer presentó el presidente Enrique Peña Nieto.
"Estamos pagando los que siempre hemos pagado", dio Gerardo Gutiérrez Candiani, presidente del Consejo Coordinador Empresarial.
Claudio X. González, presidente del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, consideró que "el gobierno vuelve a pedir ayuda a los empresarios".
No sé dónde vaya a parar ésto que acaba de empezar. Pero no está de más recordar la historia de las relaciones entre el Estado y la iniciativa privada.
En el Porfiriato la relación fue armoniosa, porque al fin hubo un Estado firme que protegiera la inversión privada, pero no hasta el punto de dejarles el poder. Esa es una de las razones por las que el ministro de Hacienda y vicepresidente de facto de México, José Yves Limantour, no fue el sucesor de Porfirio Díaz.
En la Revolución, las quejas de los empresarios fueron constantes. A la destrucción de sus empresas hay que sumar la campaña sucia de los gobiernos de la Revolución, quienes los pintaron como traidores a México y aliados a la reacción.
Sin embargo, revolucionarios y empresarios se necesitaban. Obregón y Calles buscaron la forma de solucionar ese conflicto.
Pero con Cárdenas, los años difíciles volvieron. El general prefirió fortalecer al Estado apoyándose en obreros y campesinos, por lo que otra vez los empresarios quedaron de lado. Ante las numerosas huelgas ocurridas durante su mandato, Cárdenas le dijo a los inversionistas que todo se solucionaba si ellos le vendían sus empresas al gobierno.
El final del sexenio cardenista estuvo marcado por el conflicto con los empresarios. Y fue entonces cuando surgió un pacto entre los dos: el gobierno protegería a la iniciativa privada y ella no le causaría problemas.
Alemán y Avila Camacho respetaron el pacto. Ruiz Cortines, López Mateos y Díaz Ordaz intentaron controlar a la iniciativa privada, pero sin provocar un nuevo choque como con Cárdenas.
Y es que el poder de la iniciativa privada creció en esos años. Además de que nunca estuvo totalmente del lado de los gobiernos de la Revolución.
En un país que crecía económicamente, pero no repartía esa riqueza como supuestamente debía hacer (allí está la pobreza de los campesinos para demostrarlo), el Estado necesitaba contar con el apoyo de otros grupos para legitimar su poder, ya que no podía hacerlo alegando un triunfo electoral limpio.
El gasto público creció, el Estado empezó a endeudarse, y entonces llegó Echeverría diciendo que todo se solucionaba acercándose a los grupos menos favorecidos, "castigando" a los que tenían dinero, y gastando todo lo que se pudiera.
El experimento terminó en 1976 con una deuda de 20 mil millones de dólares, y la iniciativa privada uniéndose en el Consejo Coordinador Empresarial para defenderse de las medidas populistas de Echeverría.
López Portillo buscó la reconciliación controlando el gasto público, pero cuando descubrieron los yacimientos de petróleo en Campeche, la frugalidad desapareció.
Gobierno e iniciativa privada gastaron como si no hubiera un mañana, pero éste llegó al caer los precios del petróleo, y la deuda se disparó hasta los 83 mil millones de dólares.
López Portillo le echó la culpa de la crisis a la iniciativa privada, controló el tipo de cambio y nacionalizó la banca. Con todo ello apresuró la quiebra del Estado mexicano. Dice Jesús Silva-Herzog, recordando esos años, que quedamos peor que un país que hubiera perdido una guerra.
Miguel de la Madrid volvió a buscar a los empresarios, controló el gasto y abrió la economía mexicana, una medida que incrementó Carlos Salinas de Gortari con el Tratado de Libre Comercio en 1994.
Los años 90 fueron de la iniciativa privada. Surgió la idea de que ellos hacían las cosas mejor que el gobierno. El "ejecutivo promedio" de esa época había estudiado en el Tec de Monterrey y luego hizo su posgrado en el extranjero, era bilingüe, trabajaba en alguna transnacional y leía Reforma.
Pero ese sueño se vino abajo también luego de la crisis de 1995, aunque además provocó el surgimiento de monstruosas fortunas, como la de Carlos Slim.
Los años panistas también fueron de colaboración con los empresarios. Aunque no resultaron tan buenos gobernantes como siempre presumieron. Allí está Vicente Fox para demostrarlo.
Los empresarios pudieron doblegar a los gobiernos de finales del siglo XX y principios del siglo XXI gracias a sus recursos y además, porque supieron crearse una imagen positiva ante la sociedad.
"Iniciativa privada; casi todos formamos parte de ella" decía un slogan durante los horribles últimos momentos del gobierno de José López Portillo.
La iniciativa privada no sale a la calle a hacer plantones, no cierra calles, no se apropia del espacio público.
Ellos presionan con el dinero.
Ojalá lo tenga presente Enrique Peña Nieto.

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