Hablando con el más allá para mejorar al más acá

Esta es la historia de un grupo de personas que se reunían con la intención de desvelar el gran secreto de la existencia humana: ¿qué hay del otro lado de la muerte?, y encontraron que existía un mundo multicolor en el que los espíritus convivían con los vivos, quienes a través de la ciencia podían construir un discurso moral que les permitiera mejorar como personas y convertirse en almas superiores luego de pasar por la barrera que separa a los dos mundos.
 
También es la historia de una etapa de la historia de México en el que al fin la paz y el progreso tan largamente esperados llegaban como producto de una dictadura que, a cambio de la lealtad absoluta, ofrecía a sus gobernados la ilusión de vivir en un país que se parecía (aunque fuera mínimamente) a aquellos que formaban eso que en esa época se llamaba “el concierto de las naciones”.
 
José Mariano Leyva, en su libro El ocaso de los espíritus, el espiritismo en México en el siglo XIX, nos muestra la fuerza que tuvo esta corriente en nuestro país, al convertirse en una opción espiritual ante el catolicismo conservador y el positivismo agnóstico.
 
El espiritismo sigue siendo una técnica muy utilizada en nuestros días, un método gracias al cual las personas que creen en él dicen que pueden hablar con los muertos. En todas las épocas las personas han intentado comunicarse con el más allá, pero fue hasta la mitad del siglo XIX que Allan Kardec creó un “método científico” para lograrlo.
 
Y utilizó intencionalmente la palabra “científico”, porque el siglo antepasado vivió maravillado por los medios que la tecnología le brindaba para comprender y dominar las fuerzas de la naturaleza. El positivismo de Augusto Comte brindó al mundo una nueva ideología que quería reconciliar el progreso material con el desarrollo espiritual. A través del conocimiento sería posible crear una sociedad armónica y progresista que dejara atrás las supersticiones del pasado.
 
Puede parecer que el positivismo y el espiritismo no tienen nada que ver, pero resulta que para el pensamiento de Allan Kardec, los dos estaban totalmente ligados. Con su “método espírita”, Kardec demostraba que la evolución humana no se constreñía al desarrollo tecnológico, sino a su capacidad de crecer espiritualmente. Al tener la profunda certeza de que la vida no termina luego de morir, este mundo podría ser más armónico, puesto que el mayor miedo que el ser humano puede tener se desvanecería para siempre.
 
Además, como la evolución espiritual y una mayor cercanía con Dios eran la recompensa para aquella persona que se hubiera comportado de una forma moralmente intachable, la humanidad dedicaría todos sus esfuerzos a desarrollarse tecnológicamente y a comportarse de manera bondadosa con sus semejantes.
 
El espiritismo llegó a México durante la segunda mitad del siglo XIX gracias a los esfuerzos de Refugio I. González, un general republicano que luchó contra el imperio de Maximiliano y que tuvo la oportunidad de leer las obras de Allan Kardec. Su influencia lo llevó a editar la revista más famosa de México sobre el más allá: La Ilustración Espírita.
 
Durante más de una década, La Ilustración Espírita difundió este movimiento por todo el país y más allá, convenciendo a cada vez más personas de que el contacto con el más allá era una gran herramienta para mejorar nuestro mundo.
 
Obviamente, el espiritismo tuvo grandes enfrentamientos tanto con la Iglesia Católica, (que lo veía como una práctica ocultista a la que era necesario combatir), como con otros representantes del positivismo que no creían en la posibilidad de que los espíritus se comuniquen con este mundo a través del movimiento aparentemente independiente de mesas, o poniendo en trance a un médium para que escribiera lo que desde el más allá le dictaran.
 
Pero a pesar de estos obstáculos, el espiritismo tuvo un gran auge en México. La Ilustración Espírita tuvo varias épocas y fue publicada entre 1872 y 1893, un tiempo bastante largo para una revista dedicada a esos temas. Además, los grupos espíritas se reunían en distintos lugares de la república, como Guanajuato, Ciudad Camargo, Guadalajara, Monterrey, y por supuesto la Ciudad de México.
 
Sin embargo, conforme pasó el tiempo el impulso espírita comenzó a desvanecerse como un fantasma, hasta que la revista desapareció en 1893, pocos años después de la muerte de su fundador. Pasaría un breve tiempo hasta que apareciera en la vida nacional el espiritista más famoso de México, un señor que si bien no estuvo en contacto con esta primera gran corriente, leyó vorazmente los libros de Allan Kardec y se valió de las enseñanzas morales que (decía) le confiaban los espíritus del otro mundo para organizar una gran cruzada nacional y convertirse en presidente de México: Francisco I. Madero.

Comentarios

  1. Luego deberías de investigar la biografía de "La Paca" quien a estas alturas ya es personaje histórico y vaya que representa esa unión entre el más allá y el más acá que atrae a tantos en el poder. Ese afán por querer controlarlo todo. Abrazo!

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