"En los archivos hay que tener visión de largo plazo"
Eso dice Aurora Gómez Galvarriato, actual directora del Archivo General de la Nación, luego que se dio a conocer que el AGN recibirá casi 178 millones de pesos este año para realizar su labor, cuando había solicitado más del doble.
Los casi 477 millones de pesos que esperaba recibir los iban a usar, entre otras cosas, para construir un nuevo edificio al lado de la antigua prisión de Lecumberri.
En entrevista con Silvia Isabel Gámez, del periódico Reforma, Galvarriato dijo que buscarán el apoyo de fundaciones privadas, del CONACULTA y otros para conseguir el dinero que les falta.
Si lo logran, el nuevo edificio del AGN estaría listo a más tardar en 2015, pero eso no solucionaría los problemas que vive nuestro principal Archivo.
El AGN está casi saturado, luego de haber recibido el Archivo Histórico de la SEP. Ya no tiene espacio para más documentos.
Eso le impide recibir los documentos de otras secretarías de Estado, los cuales deben permanecer en bodegas alquiladas, lo que cuesta millones de pesos al erario, además de que están expuestos a cualquier peligro.
La Ley Federal de Archivos convirtió al AGN en un organismo público desconcentrado, pero no le dio más recursos para realizar su labor, por lo que los papeles que ahora guarda también están en riesgo.
El "Palacio Negro" de Lecumberri no fue construido para servir como archivo, a pesar de que es el mejor edificio con el que ha contado en su historia.
Como señala Carmen Saucedo, nuestro archivo general surgió en 1790 gracias al virrey Revillagigedo quien, siguiendo la política administrativa de los Borbones, deseaba guardar todos los documentos que fuera posible sobre la Nueva España.
Revillagigedo decidió que el Castillo de Chapultepec fuera el domicilio del archivo, pero la burocracia pudo más y su primera casa estuvo en lo que ahora es el Palacio Nacional.
Los mexicanos tenemos ahora un archivo gracias a la decisión de varios personajes muy importantes de nuestra historia, y a la suerte.
Humboldt ya se quejaba en 1806 de que los documentos estaban apilados como si fueran cualquier cosa, expuestos a las ratas y cucarachas. En los años 20 del siglo XIX, Carlos María de Bustamante denunció que gobernador del Estado de México, Lorenzo de Zavala, había vendido casi todo el archivo de la audiencia de México a coheteros y abarroteros. En 1823, Lucas Alamán intentó crear un buen archivo, en un lugar adecuado y con personal capacitado, pero a duras penas logró cuidar los documentos.
El AGN permaneció en Palacio Nacional hasta 1977, cuando lo trasladaron a Lecumberri. Parecía un buen lugar: grandes espacios para oficinas, las crujías convertidas en depositos impedirían que un incendio acabara con los papeles y los grandes pasillos permitirían ordenar mejor los documentos.
Pero el paso del tiempo ha vuelto ineficiente a Lecumberri. La humedad del edificio daña los papeles, ya no hay más espacio para nuevos acervos, y la cercanía del Gran Canal (en una zona sísmica) amenaza con inundar cualquier día al archivo y destruir el registro más importante de nuestro pasado.
Años atrás hubo propuestas para construir un nuevo edificio para el Archivo en otra parte del país, especialmente en algún lugar que no sea húmedo, lo que permitiría conservar mejor los documentos, pero no se realizaron.
Nuestro archivo espero siglos para salir del Palacio Nacional e irse a Lecumberri. Ojalá no deba pasar tanto tiempo para que encuentre un nuevo lugar donde permanezca seguro y al servicio de los historiadores del futuro.
Los casi 477 millones de pesos que esperaba recibir los iban a usar, entre otras cosas, para construir un nuevo edificio al lado de la antigua prisión de Lecumberri.
En entrevista con Silvia Isabel Gámez, del periódico Reforma, Galvarriato dijo que buscarán el apoyo de fundaciones privadas, del CONACULTA y otros para conseguir el dinero que les falta.
Si lo logran, el nuevo edificio del AGN estaría listo a más tardar en 2015, pero eso no solucionaría los problemas que vive nuestro principal Archivo.
El AGN está casi saturado, luego de haber recibido el Archivo Histórico de la SEP. Ya no tiene espacio para más documentos.
Eso le impide recibir los documentos de otras secretarías de Estado, los cuales deben permanecer en bodegas alquiladas, lo que cuesta millones de pesos al erario, además de que están expuestos a cualquier peligro.
La Ley Federal de Archivos convirtió al AGN en un organismo público desconcentrado, pero no le dio más recursos para realizar su labor, por lo que los papeles que ahora guarda también están en riesgo.
El "Palacio Negro" de Lecumberri no fue construido para servir como archivo, a pesar de que es el mejor edificio con el que ha contado en su historia.
Como señala Carmen Saucedo, nuestro archivo general surgió en 1790 gracias al virrey Revillagigedo quien, siguiendo la política administrativa de los Borbones, deseaba guardar todos los documentos que fuera posible sobre la Nueva España.
Revillagigedo decidió que el Castillo de Chapultepec fuera el domicilio del archivo, pero la burocracia pudo más y su primera casa estuvo en lo que ahora es el Palacio Nacional.
Los mexicanos tenemos ahora un archivo gracias a la decisión de varios personajes muy importantes de nuestra historia, y a la suerte.
Humboldt ya se quejaba en 1806 de que los documentos estaban apilados como si fueran cualquier cosa, expuestos a las ratas y cucarachas. En los años 20 del siglo XIX, Carlos María de Bustamante denunció que gobernador del Estado de México, Lorenzo de Zavala, había vendido casi todo el archivo de la audiencia de México a coheteros y abarroteros. En 1823, Lucas Alamán intentó crear un buen archivo, en un lugar adecuado y con personal capacitado, pero a duras penas logró cuidar los documentos.
El AGN permaneció en Palacio Nacional hasta 1977, cuando lo trasladaron a Lecumberri. Parecía un buen lugar: grandes espacios para oficinas, las crujías convertidas en depositos impedirían que un incendio acabara con los papeles y los grandes pasillos permitirían ordenar mejor los documentos.
Pero el paso del tiempo ha vuelto ineficiente a Lecumberri. La humedad del edificio daña los papeles, ya no hay más espacio para nuevos acervos, y la cercanía del Gran Canal (en una zona sísmica) amenaza con inundar cualquier día al archivo y destruir el registro más importante de nuestro pasado.
Años atrás hubo propuestas para construir un nuevo edificio para el Archivo en otra parte del país, especialmente en algún lugar que no sea húmedo, lo que permitiría conservar mejor los documentos, pero no se realizaron.
Nuestro archivo espero siglos para salir del Palacio Nacional e irse a Lecumberri. Ojalá no deba pasar tanto tiempo para que encuentre un nuevo lugar donde permanezca seguro y al servicio de los historiadores del futuro.
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