"Protesto guardar y hacer guardar..."
Cada seis años, un nuevo presidente de México repite una antigua fórmula protocolaria, por la cual acepta el cargo y se compromete a obedecer y obececer las leyes por el bienestar de la nación. Sin embargo, esta fórmula ritual ha cambiado con el tiempo:
"N. (aquí su nombre) por la gracia de Dios y la Constitución de la Monarquía española, Rey de las Españas; juro por Dios y por los santos Evangelios que defenderé y conservaré la religión católica, apostólica, romana, sin permitir otra alguna en el reino: que guardaré y haré guardar la Constitución política y leyes de la Monarquía española, no mirando en cuanto hiciere sino al bien y provecho de ella: que no enajenaré, cederé ni desmembraré parte alguna del reino: que no exigiré jamás cantidad alguna de frutos, dinero ni otra cosa, sino las que hubieren decretado las Cortes: que no tomaré jamás a nadie su propiedad y que respetaré sobre todo la libertad política de la Nación, y la personal de cada individuo: y si en lo que he jurado, o parte de ello, lo contrario hiciere, no debo ser obedecido; antes aquello en que contraviniere, sea nulo y de ningún valor. Así Dios me ayude, y sea en mi defensa; y si no, me lo demande" Constitución Política de la Monarquía Española, 1812.
"Yo, N , nombrado presidente (o vicepresidente) de los Estados Unidos Mexicanos, juro por Dios y los Santos Evangelios que ejerceré fielmente el cargo que los mismos Estados Unidos me han confiado y que guardaré y haré guardar exactamente la Constitución y las leyes generales de la Federación" Constitución de 1824.
"Yo, N, nombrado Presidente de la República Mexicana, juro por Dios y los Santos Evangelios que ejerceré fielmente el encargo que se me ha confiado y observaré y haré observar exactamente la Constitución y las leyes de la nación" Constitución de 1836.
"Juro desempeñar leal y patrióticamente el encargo de presidente de los Estados Unidos Mexicanos, conforme a la Constitucion, y mirando en todo por el bien y prosperidad de la Union" Constitución de 1857.
Hay quien ha pedido que este acto protocolario tenga su propio reglamento para que deje de ser un gesto simbólico, y sea posible enjuiciar al jefe del Ejecutivo en caso de que no cumpla correctamente con su función. En todo caso, es interesante ver cómo la fórmula cambió con los años, y ello demuestra las transformaciones que ha sufrido nuestro país.
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