Luis Echeverría, sobre el 10 de junio de 1971

El 10 de junio, un grupo numeroso de personas compuesto en su mayor parte por estudiantes, iniciaba una manifestación en las calles de la ciudad de México, que fue disuelta por grupos de choque armados.
La agresión ejercida contra los manifestantes y algunos periodistas nacionales y extranjeros que se encontraban en el lugar de los acontecimientos cumpliendo con su deber de informar, tuvo como trágica consecuencia algunas decenas de heridos y varias personas muertas.
Estos hechos merecieron la condena de todos los sectores y muy especialmente de quienes debemos velar por la tranquilidad pública y la seguridad de los ciudadanos.
La ley prevé, sin excepción alguna, los instrumentos de que el Estado puede hacer uso para la preservación del orden.
Los regímenes democráticos se definen, en última instancia, por la limpieza de los procedimientos que emplean a fin de salvaguardar las instituciones.
Giramos instrucciones a la Procuraduría General de la República para que iniciara una investigación que deslindara responsabilidades y condujera al castigo de los culpables.
Le hemos ratificado que profundice y active la investigación.
En su oportunidad reprobamos, categóricamente, los sucesos del 10 de junio.
Ante la representación nacional, reiteramos hoy al pueblo de México que habremos de mantener la autoridad legal de los poderes democráticamente constituidos y la fuerza moral de su investidura.
Hemos solicitado a nuestros compatriotas que refrenden todos los días el pacto contraído por el sufragio.
Hemos hecho lo posible para fortalecer la unión entre los mexicanos.
Nos queda un largo trecho que habremos de avanzar juntos, en el común empeño de perfeccionar las instituciones y alcanzar un desarrollo equilibrado y justo.
Hoy los exhortamos para que preservemos nuestro más valioso patrimonio: la libertad.
La democracia no es un don gratuito: se conquista por la participación consciente en los asuntos públicos y por el respecto a los derechos de los demás.
Demanda valor cívico, responsabilidad social y espíritu de tolerancia.
Es el camino que hemos elegido.
A las nuevas generaciones debemos legar un sistema de convivencia pacífico, civilizado y creador.
Sólo los inconscientes pueden sentirse satisfechos del progreso alcanzado.
El porvenir del país nos preocupa a todos, pero no lo enfrentemos con incertidumbre, sino con ánimo resuelto, fruto de un optimismo reflexivo.
Luchamos porque nuestra vida social sea más equilibrada y activa.
Conocemos los obstáculos y las fuerzas que se oponen a nuestros propósitos.
Sabemos a quiénes benefician nuestras eventuales discordias.
No estamos dispuestos a permitir que intereses ajenos, fracciones irresponsables o ambiciones egoístas de poder comprometan los objetivos que el pueblo comparte y está decidido a conseguir.


Primer informe de gobierno, 1 de septiembre de 1971

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