La sucesión presidencial.
"En el estudio de la historia he podido fortificar mi alma"
Francisco I. Madero, 1908.
En 1908 el general Porfirio Díaz concedió una entrevista al periodista James Creelman, para la revista Pearson´s Magazine. En ella, el viejo dictador habló de muchas cosas: su pasado en Oaxaca, sus batallas contra los conservadores y el Segundo Imperio Mexicano, su relación con Benito Juárez, y especialmente, se refirió al futuro de México.
Díaz le dijo a Creelman que el país ya estaba listo para convertirse en una nación democrática con un sistema de partidos que se disputaran el poder entre sí y con base en la legalidad, por lo que no se reelegiría en 1910.
Para los mexicanos que llevaban más de 30 años bajo la sombra de Don Porfirio, eran inéditas las palabras del viejo general. Al fin iban a ver un cambio en el sistema político mexicano. El desconcierto cundió entre la élite; algunos tenían miedo al darse cuenta de que, en poco tiempo, don Porfirio dejaría de gobernar México. Otros veían el nuevo panorama con inquietante interés. Al fin un nuevo gobierno tomaría el control de México y ellos podrían estar en él. La agitación política empezó a crecer en una nación que vivía en el afrancesado sueño de una dictadura que parecía eterna.
En medio de la creciente pugna entre aquellos que querían suceder a Díaz en la Presidencia de la República, comenzó a circular entre los grupos políticos del norte de México un pequeño libro de apariencia inofensiva, pero que sería uno de los detonantes de lo que ahora llamamos la Revolución Mexicana.
Se llamaba "La Sucesión Presidencial en 1910", y fue escrito por un hacendado de Coahuila desconocido para la mayoría del país, un hombre de estatura menuda y mirada clara llamado Francisco I. Madero.
Hoy, a cien años del inicio de la Revolución Mexicana, es importante que regresemos a este libro, el primero (y hasta ahora el único) que ha provocado un movimiento de masas en nuestro país, y que nos recuerda que la lucha por la democracia no ha terminado y que somos responsables de labrar nuestro futuro.
El objetivo de La Sucesión Presidencial... es analizar el México de principios de siglo XX, conmocionado ante la posibilidad de que Porfirio Díaz deje pronto el poder. Madero dedica su obra a los héroes de la Patria, que como él dice "nos dejaron un código de leyes sabias" (la Constitución de 1857), a la prensa independiente de su tiempo y a los "buenos mexicanos".
Madero comienza su libro hablando de él: un hacendado de Coahuila que estudió en Francia y Estados Unidos, con muy buena posición económica y que vivía tranquilamente, interesado por sus negocios y por el espiritismo. Sin embargo, los fraudes electorales cometidos en Nuevo León en 1902 y en Coahuila en 1905 hacen que poco a poco se involucre en la política.
Ante la posibilidad de que Díaz deje la Presidencia de la República en un futuro cercano (por renuncia o muerte), México vivía en el peligro de que los sucesores del dictador no tuvieran sus cualidades morales ni su talento político, lo que a la larga provocaría gravísimos problemas al país.
Por esta razón, dice Madero, es necesario que se aplique un cambio en México. El próximo gobierno debe emanar del pueblo y no de un acuerdo cupular, pero para llegar a esta conclusión el autor hace primero una larga revisión de la historia de nuestro país.
Los años de guerras civiles, señala Madero, llevaron a México a una dictadura republicana. El gran mal de nuestro país fueron aquellos militares que abusaron de su posición para adueñarse del poder y gobernar al país como si fuera de su propiedad. Eso provocó las guerras que desangraron a México y lo mantuvieron en el atraso por décadas.
Porfirio Díaz logró terminar con todo eso. Le dio orden y rumbo al país, gracias a lo cual México pudo desarrollarse como las naciones civilizadas de ese tiempo.
Sin embargo, la estabilidad porfiriana logró que la población mexicana se interesara más por sus beneficios materiales que por su deber como ciudadanos, dejando los asuntos de gobierno en manos de Díaz y su camarilla.
"Hemos perdido el interés por la cosa pública, porque se nos ha enseñado a no mezclarnos en esos asuntos y además de que nuestras indicaciones nunca son oidas o son motivo de persecuciones", dice Madero.
Ante la posibilidad de un cambio de gobierno proveniente desde arriba, con un pueblo acostumbrado a no opinar sobre el manejo de la administración pública, la mesa estaba puesta para que la camarilla que supliera a Porfirio Díaz produjera nuevas guerras civiles que terminaran con la destrucción del país. Para Madero, sería funesto que el Porfiriato continuara sin la presencia de Díaz.
Era tiempo de un cambio. Pero había que hacerlo de forma ordenada y pacífica, puesto que el camino de las armas sólo dañaría a México. Y el hombre mejor preparado para llevar a cabo esa revolución era el mismo que en ese momento gobernaba el país.
Para Madero, México le debía mucho a Porfirio Díaz, y viceversa. El mejor servicio que el general podía brindarle a su patria era permitir la alternancia libre en el poder con la creación de nuevos partidos que trajeran sangre nueva al envejecido sistema político mexicano.
Madero propone en su libro un relevo generacional lento y controlado, pero imparable. Díaz seguiría siendo presidente hasta la hora de su muerte, pero la vicepresidencia, parte de las cámaras de diputados y senadores y las gubernaturas de los estados debían ser ocupadas por miembros de esos nuevos partidos políticos, para que poco a poco el sistema se renovara.
"El general Díaz puede todavía hacerle un gran servicio a México, permitiendo la alternancia libre en el poder. No importa que él se reelija o se retire. Lo fundamental es crear ya un mecanismo sucesorio que sea democrático y garantice la alternancia"
¿Era posible creer que México, esa nación atrasada y acostumbrada a vivir en una dictadura, de repente se convertiría en un país democrático y gobernado por ciudadanos? Madero creía que sí, que la nación tenía fuertes motivos para salir de su sueño y tomar el futuro en sus manos, pero sobre todo, México debía tener fé y creer en sí mismo para lograrlo.
La Sucesión Presidencial...fue muy leído. Gracias a una red de corresponsales en todo el país, el libro llegó hasta lugares insospechados. El mismo Porfirio Díaz recibió una copia, aunque no sabemos si lo leyó. Dos años después de la publicación de este texto, México entró a una nueva guerra civil, que mucho se parecía a la catástrofe que Madero había anunciado.
Sin embargo, el sueño de la democracia sigue presente. Como Madero, somos muchos los ciudadanos que creemos que nuestro país puede tener un gobierno dirigido desde la sociedad. El anhelo de transformar a nuestra patria sigue vivo, a la espera de que los hombres y mujeres de esta nación asuman su responsabilidad como constructores del nuevo futuro mexicano.
Madero sabía de la importancia de un hombre como Díaz. Aunque Díaz no supo aceptar el final de su senil presidencia, no podemos olvidarnos de las cosas que hizo bien. Este sentimiento debe permear en nuestros días, No debemos olvidar que la cuesta se sube más rápido si no resquebrajamos la pequeña escalera que se construye cada 6 años. No hablo de armonizar el congreso, ni los partidos, puesto que no creo en magia ni en promesas políticas. Pero si la sociedad entendiera que no todo es tan tricolor, ni tan blanquiazul o amarillo, y que entre tanta podredumbre, es necesario no descender los peldaños que tan letárgicamente hemos recorrido. Algún día escuché. México esta destinado a crecer a pesar de los mexicanos, y no supe que responder.
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