Otra forma de contar la Historia
La historia no sólo la narran los historiadores o los periodistas. Muchos autores -anónimos o conocidos- se dedicaron durante el siglo XIX a escribir pequeños poemas o canciones en donde contaban los problemas que México vivía en ese momento. Gracias a diversos autores, Gabriel Zaid entre otros, conservamos esas pequeñas muestras de cómo era México en ese momento. Espero que lo disfruten.
CANCIÓN DE CARLOS IV
Rey de España en 1808, que fue despojado de su reino por Napoleón. Corrió el rumor de que junto con la familia real vendría a refugiarse a México, luego de que los franceses invadieron su territorio. La abdicación de Carlos IV fue uno de los impulsores de las guerras de independencia en Latinoamérica.
Ya con cabeza de bronce
lo tenemos en la plaza.
Venga y le tendremos
con cabeza de calabaza
Dicen que de gobernante
no tiene más que el bastón,
más, le falta de hombre un poco,
ya lo asusta Napoleón.
Si viene es un disparate,
Quédese en su madriguera,
no queremos ya mandones,
vestidos de hojas de higuera.
Si hubiera revolución
en la tierra de Colón,
fuera una desproporción
la venida del panzón.
CANCIÓN DE MORELOS (1812)
El sucesor de Hidalgo en la Guerra de Independencia, y el mejor militar que tuvo ese movimiento. Burló a las tropas españolas en el Sitio de Cuautla y fue autor de Los Sentimientos de la Nación, uno de los proyectos políticos más importantes de este país. Fue fusilado en 1815.
Rema, nenita y rema,
y rema y vamos remando,
que la dicha que tú tienes,
a mí se me está acabando.
Por un cabo doy dos reales,
por un sargento un tostón,
por el general Morelos
doy todo mi corazón.
CANCIÓN DE ITURBIDE
Agustín de iturbide se convirtió en Emperador de México en 1822. Su imperio duró apenas diez meses hasta que fue derrocado por un grupo de militares que lo habían ayudado a terminar la Guerra de Independencia.
Soy soldado de Iturbide
visto las tres garantías
hago las guardias descalzo
y ayuno todos los días.
LA PASADITA
Las tropas norteamericanas entraron a la Ciudad de México en 1847. Al llegar al Zócalo fueron recibidos por una turba que los apedreó. Eso provocó un enfrentamiento con muchos muertos. Sin embargo, al paso de los días los habitantes de la Ciudad se acostumbraron a la presencia de los marines. Algunas mujeres se acercaban a ellos con la intención de ligárselos y los frecuentaban en los lugares de moda, como "La Bella Unión", un hotel y cafetería muy famoso en ese tiempo. Otras servían de señuelo para atrapar a soldados norteamericanos, cuyos cadáveres aparecían días más tarde tirados en las calles de la ciudad.
¡Ay!, amigos míos, les voy a contar lo
que me ha pasado en esta ciudad:
llegaron los yanquis, me arriesgué a apedrear
y a la pasadita: tan-darín- darán.
Ya las Margaritas, hablan en inglés,
les dicen ¿Me quieres? y responden: yes.
Mí sabe de monis, mocho güeno está,
Y a la pasadita: tan-darín-darán.
Sólo las mujeres tienen corazón
para hacer alianza con esa nación;
ellas dicen: vamos, pero no es verdad,
y a la pasadita: tan-darín-darán.
Ya los gringos comen queso y requesón
y yerbas de burro en toda ocasión;
son unos borricos, bailan el cancán,
y a la pasadita: tan-darín-darán.
Todas esas niñas de "La Bella Unión"
bailan muy alegres danza y rigodón;
parecen señoras de gran calidad,
y a la pasadita: tan-darín-darán.
Sólo de los hombres, no hay que desconfiar,
pues lo que ellos hacen no lo hacen por mal;
suelen, como el gato, también halagar,
y a la pasadita: tan-darín-darán.
Los yanquis malvados, no cesan de hablar:
con esta nación habrán de acabar;
yo les digo: ¡Nones! ¡Jamás llegarán!
y a la pasadita: tan-darín-darán.
LOS CANGREJOS
Escrita por Guillermo Prieto, uno de los intelectuales más importantes del siglo XIX. En esta canción él denuncia los males que asolaban (?) a México durante esa época, como la influencia de la Iglesia Católica, el contrabando de mercancías y el reclutamiento por la fuerza -"la cuerda"- que aplicaba el Ejército en los poblados.
Casacas y sotanas
dominan dondequiera
los sabios de montera
felices nos harán.
Cangrejos al compás,
marchemos para atrás
¡Zis, zis y zas!
Marchemos para atrás.
¡Maldita federata!
¡Qué oprobios nos recuerda!
Hoy los pueblos en cuerda
se miran desfilar.
Cangrejos al compás,
marchemos para atrás
¡Zis, zis y zas!
Marchemos para atrás.
Si indómito el comanche
nuestra frontera asola,
la escuadra de Loyola
en México dirá:
Cangrejos al compás,
marchemos para atrás
¡Zis, zis y zas!
Marchemos para atrás.
Horrible el contrabando,
cual plaga lo denuncio;
pero entretanto el Nuncio
repite sin cesar:
Cangrejos al compás,
marchemos para atrás
¡Zis, zis y zas!
Marchemos para atrás.
En ocio el artesano
se oculta por la leva,
ya ni al mercado lleva
el indio su huacal.
Cangrejos al compás,
marchemos para atrás
¡Zis, zis y zas!
Marchemos para atrás.
ADIÓS MAMÁ CARLOTA
Escrita por Vicente Riva Palacio, durante los últimos momentos del Segundo Imperio Mexicano (1864-1867). La Emperatríz Carlota Amalia regresó a Europa buscando apoyo para su marido Maximiliano, pero en su lugar encontró la locura y después la muerte.
Alegre el marinero con voz pausada canta;
y el ancla ya levanta con extraño fulgor,
La nave va en los mares, botando cual pelota,
adiós, mamá Carlota, adiós, mi tierno amor.
De la remota playa se mira con tristeza,
la estupida nobleza del mocho y del traidor,
en lo hondo de su pecho presiente su derrota,
adiós, mamá Carlota, adiós, mi tierno amor.
Acábanse en palacio tertulias, juegos, bailes,
agítanse los frailes en fuerza de dolor,
la chusma de las cruces gritando se alborota,
adiós, mamá Carlota, adiós, mi tierno amor.
Murmuran tiernamente los tristes chambelanes,
lloran los capellanes y las damas de honor,
el triste Chucho Hermosa canta con lira rota,
Adiós, mamá Carlota, adiós, mi tierno amor.
En tanto los chinacos que ya cantan victoria,
guardando en su memoria ni miedo ni rencor,
gritan mientras el viento la embarcación azota,
adiós, mamá Carlota, adiós, mi tierno amor.
Querido Arno,
ResponderBorrarMe encantó, algunas ya las conocía y otras han sido una grata novedad. Muchas gracias por este esfuerzo de contarnos la historia de mil maneras.
Un abrazo,
Ivette