Tres lecturas para un infarto que (afortunadamente) no ocurrió
No estoy para contarlo, pero ustedes sí para saberlo (ya ven como es este adminículo del demonio llamado internet, en el que puedes ventilar tu vida y sentir muy cerca de tí a esas personas que viven a kilómetros de distancia); pues resulta que desde hace unas semanas tuve unos dolores muy extraños en el pecho, a la altura del corazón. A veces era una presión en el pecho, en la espalda o en la axila. Justamente allí sentí una punzada, una fea madrugada de la semana pasada, y el climax vino con otra punzada, más horrible que la anterior, que sentí justo durante mi clase de Kendo (esgrima japonesa).
Nunca se los he platicado, pero tengo una doble vida: por una parte soy un bon vivant, a veces gourmet pero la mayor parte del tiempo un tragón. Me encanta toda la comida, desde la más fina hasta las peores chatarras. Muero por unas angulas en aceite de oliva, un buen jamón serrano o un delicioso queso holandés, y al mismo tiempo mis ojitos brillan al imaginarme unas papitas con salsa valentina, acompañadas de una coca cola bien fría.
Esa es una de mis vidas, la otra es radicalmente distinta: desde mi infancia he hecho mucho ejercicio. La escuela MooDukKwan tuvo el honor (¿?) de contarme entre sus filas desde los siete años, pero antes hice natación; luego me dediqué a otras artes marciales como el Karate, el Judo, el Boxeo Tailandés, las artes filipinas y el Wing Tsun, antes de caer en la esgrima japonesa. Además, durante un tiempo me entró la locura por correr; hice como cinco o seis carreras de 10 km antes de dejarlo por el Yoga.
O sea que, por un lado soy un comelón al que le encantan los tacos de queso fresco y los gansitos marinela, y por el otro soy capaz de levantarme a las seis de la mañana para dar varias vueltas en un parque. Esa combinación no puede ser buena, y siempre tuve miedo de que mi corazón algún día me cobrara la doble vida que llevo.
La punzada que sentí en mi clase de kendo me alertó de que algo no estaba bien, por lo que tuve que cancelar un viaje a Veracruz para que un doctor me revisara. Luego de escuchar mi corazón y tomarme la presión, el médico me dijo que sólo podría darme un diagnóstico certero si me realizaba un electrocardiograma. Con mucha pena cancelé mi viaje y fuí a un "acreditado nosocomio" para que me atendieran. No les contaré más intimidades, sólo diré que tuve que esperar un día para mis resultados, tiempo que me lo pasé en cama (porque además me dio una fuerte gripa) y con miedo ante lo que me pudieran decir.
Ya que sólo me quedaba esperar, decidí hacerlo con una de mis pasiones: los libros; y en un día acabé tres títulos que quiero recomendarles.
El primero es de Rochus Misch y se llama Yo fuí guardaespaldas de Hitler, 1940-1945. Si alguien espera encontrar en este libro los secretos más ocultos del nazismo, pierde su tiempo. Pero si lo que quiere es conocer la vida cotidiana en Alemania (y especialmente en el núcleo más cercano a Adolfo Hitler), entonces vale mucho la pena. Misch era un estudiante de pintura que por azar se enrola en el ejército alemán y luego forma parte de las SS. En esas vueltas de la vida le ofrecen trabajar en la Cancillería del Reich alemán, donde termina como guardaespaldas de Adolfo Hitler.Misch narra cómo era vivir junto al Führer, al que describe como una persona amable y de fácil trato, a pesar de que su presencia imponía respeto y pavor. Misch lo acompañó durante cinco años y asegura que pudo ver el cadaver de Hitler, luego de que se suicidó con su esposa Eva Braun. Poco después lo capturaron los rusos y pasó casi diez años como su prisionero, hasta que pudo regresar a Alemania. Creo que lo más rescatable de este libro es su visión sobre cómo trabajaban aquellas personas encargadas de cuidar de Hitler en todos los aspectos. Como dije antes, no contiene revelaciones espectaculares. Por ejemplo, Misch dice que sólo una vez oyó hablar de los campos de exterminio y fueron nada más algunas palabras. Pero el libro vale la pena por la forma en que nos comparte las experiencias de un hombre al que el destino puso atrás de una de las personalidades más importantes de la historia del siglo XX.
El segundo libro es una preciosa joya de oriente: El maestro de Go, de Yasunari Kawabata. En 1938, Shusai Honnimbo, un importantísimo maestro de Go, sostiene un encuentro con un joven exponente llamado Otake. Será el último encuentro del maestro, quien de esa forma quiere retirarse. El enfrentamiento entre Shusai y Otake es también la desaparición de una época en la historia japonesa, en la que las artes clásicas, como el Go, eran profundamente respetadas por su valor estético y espiritual, lo que se haría a un lado para darle más importancia a la modernidad y su espíritu de competencia. Lo que más me llamó la atención de esta novela es que está basada en un conjunto de reportajes que escribió Kawabata para el diario Nichi Nichi Shimbun, como si (señalan en la introducción), William Faulkner hubiera sido enviado por un diario para reseñar las grandes partidas de ajedréz entre Bobby Fischer y Boris Spassky. En El maestro de Go, el periodismo se convierte en ficción, pero sigue siendo historia, al preservar un momento en la vida japonesa, antes de que la locura de la Segunda Guerra Mundial destruyera ese mundo en el que se enfrentaban lo antiguo y lo nuevo.
El tercer libro me impresionó por su velocidad y la riqueza de las imágenes construidas por su autor: Temporada de Zopilotes, de Paco Ignacio Taibo II, es una crónica de aquellos horribles días que vivió la Ciudad de México en 1913, que hoy recordamos como La Decena Trágica. El asesinato de Francisco I. Madero por un grupo de generales porfiristas apoyados por la embajada norteamericana en México, es retratado por Taibo II con fuerza y coraje. Madero es un personaje noble, pero muy inocente que no quiso escuchar a todos los que a su alrededor le alertaban sobre el inminente golpe de Estado. Victoriano Huerta, Henry Lane Wilson, Manuel Mondragón, Bernardo Reyes y Aureliano Blanquet canalizan la furia y el desprecio que la oligarquía porfirista siente por esos "advenedizos" que se atrevieron a expulsar a Porfirio Díaz del país, sin darse cuenta de que la muerte de Madero sólo encendería más los ánimos y conduciría al país a un nuevo baño de sangre. Un libro muy recomendable para comprender las marrullerías de la política, y para preguntarnos cómo estará la grilla en este momento en el gobierno de Felipe Calderón.
Los tres libros hicieron más agradable la espera de los resultados de mi electrocardiograma. Afortunadamente, mi cardióloga me dio buenas noticias: mi corazoncito funciona de maravilla. Lo que tuve fue una reacción ante el estress y el exceso de ejercicio, por lo que me recetó un desinflamante y otras cosas. Prometo cuidar mi dieta y medirme con el ejercicio para no volver a pasar por estos sustos. Aunque valió la pena, por los libros que me hicieron más agradable este loco fin de semana...
Nunca se los he platicado, pero tengo una doble vida: por una parte soy un bon vivant, a veces gourmet pero la mayor parte del tiempo un tragón. Me encanta toda la comida, desde la más fina hasta las peores chatarras. Muero por unas angulas en aceite de oliva, un buen jamón serrano o un delicioso queso holandés, y al mismo tiempo mis ojitos brillan al imaginarme unas papitas con salsa valentina, acompañadas de una coca cola bien fría.
Esa es una de mis vidas, la otra es radicalmente distinta: desde mi infancia he hecho mucho ejercicio. La escuela MooDukKwan tuvo el honor (¿?) de contarme entre sus filas desde los siete años, pero antes hice natación; luego me dediqué a otras artes marciales como el Karate, el Judo, el Boxeo Tailandés, las artes filipinas y el Wing Tsun, antes de caer en la esgrima japonesa. Además, durante un tiempo me entró la locura por correr; hice como cinco o seis carreras de 10 km antes de dejarlo por el Yoga.
O sea que, por un lado soy un comelón al que le encantan los tacos de queso fresco y los gansitos marinela, y por el otro soy capaz de levantarme a las seis de la mañana para dar varias vueltas en un parque. Esa combinación no puede ser buena, y siempre tuve miedo de que mi corazón algún día me cobrara la doble vida que llevo.
La punzada que sentí en mi clase de kendo me alertó de que algo no estaba bien, por lo que tuve que cancelar un viaje a Veracruz para que un doctor me revisara. Luego de escuchar mi corazón y tomarme la presión, el médico me dijo que sólo podría darme un diagnóstico certero si me realizaba un electrocardiograma. Con mucha pena cancelé mi viaje y fuí a un "acreditado nosocomio" para que me atendieran. No les contaré más intimidades, sólo diré que tuve que esperar un día para mis resultados, tiempo que me lo pasé en cama (porque además me dio una fuerte gripa) y con miedo ante lo que me pudieran decir.
Ya que sólo me quedaba esperar, decidí hacerlo con una de mis pasiones: los libros; y en un día acabé tres títulos que quiero recomendarles.
El primero es de Rochus Misch y se llama Yo fuí guardaespaldas de Hitler, 1940-1945. Si alguien espera encontrar en este libro los secretos más ocultos del nazismo, pierde su tiempo. Pero si lo que quiere es conocer la vida cotidiana en Alemania (y especialmente en el núcleo más cercano a Adolfo Hitler), entonces vale mucho la pena. Misch era un estudiante de pintura que por azar se enrola en el ejército alemán y luego forma parte de las SS. En esas vueltas de la vida le ofrecen trabajar en la Cancillería del Reich alemán, donde termina como guardaespaldas de Adolfo Hitler.Misch narra cómo era vivir junto al Führer, al que describe como una persona amable y de fácil trato, a pesar de que su presencia imponía respeto y pavor. Misch lo acompañó durante cinco años y asegura que pudo ver el cadaver de Hitler, luego de que se suicidó con su esposa Eva Braun. Poco después lo capturaron los rusos y pasó casi diez años como su prisionero, hasta que pudo regresar a Alemania. Creo que lo más rescatable de este libro es su visión sobre cómo trabajaban aquellas personas encargadas de cuidar de Hitler en todos los aspectos. Como dije antes, no contiene revelaciones espectaculares. Por ejemplo, Misch dice que sólo una vez oyó hablar de los campos de exterminio y fueron nada más algunas palabras. Pero el libro vale la pena por la forma en que nos comparte las experiencias de un hombre al que el destino puso atrás de una de las personalidades más importantes de la historia del siglo XX.
El segundo libro es una preciosa joya de oriente: El maestro de Go, de Yasunari Kawabata. En 1938, Shusai Honnimbo, un importantísimo maestro de Go, sostiene un encuentro con un joven exponente llamado Otake. Será el último encuentro del maestro, quien de esa forma quiere retirarse. El enfrentamiento entre Shusai y Otake es también la desaparición de una época en la historia japonesa, en la que las artes clásicas, como el Go, eran profundamente respetadas por su valor estético y espiritual, lo que se haría a un lado para darle más importancia a la modernidad y su espíritu de competencia. Lo que más me llamó la atención de esta novela es que está basada en un conjunto de reportajes que escribió Kawabata para el diario Nichi Nichi Shimbun, como si (señalan en la introducción), William Faulkner hubiera sido enviado por un diario para reseñar las grandes partidas de ajedréz entre Bobby Fischer y Boris Spassky. En El maestro de Go, el periodismo se convierte en ficción, pero sigue siendo historia, al preservar un momento en la vida japonesa, antes de que la locura de la Segunda Guerra Mundial destruyera ese mundo en el que se enfrentaban lo antiguo y lo nuevo.
El tercer libro me impresionó por su velocidad y la riqueza de las imágenes construidas por su autor: Temporada de Zopilotes, de Paco Ignacio Taibo II, es una crónica de aquellos horribles días que vivió la Ciudad de México en 1913, que hoy recordamos como La Decena Trágica. El asesinato de Francisco I. Madero por un grupo de generales porfiristas apoyados por la embajada norteamericana en México, es retratado por Taibo II con fuerza y coraje. Madero es un personaje noble, pero muy inocente que no quiso escuchar a todos los que a su alrededor le alertaban sobre el inminente golpe de Estado. Victoriano Huerta, Henry Lane Wilson, Manuel Mondragón, Bernardo Reyes y Aureliano Blanquet canalizan la furia y el desprecio que la oligarquía porfirista siente por esos "advenedizos" que se atrevieron a expulsar a Porfirio Díaz del país, sin darse cuenta de que la muerte de Madero sólo encendería más los ánimos y conduciría al país a un nuevo baño de sangre. Un libro muy recomendable para comprender las marrullerías de la política, y para preguntarnos cómo estará la grilla en este momento en el gobierno de Felipe Calderón.
Los tres libros hicieron más agradable la espera de los resultados de mi electrocardiograma. Afortunadamente, mi cardióloga me dio buenas noticias: mi corazoncito funciona de maravilla. Lo que tuve fue una reacción ante el estress y el exceso de ejercicio, por lo que me recetó un desinflamante y otras cosas. Prometo cuidar mi dieta y medirme con el ejercicio para no volver a pasar por estos sustos. Aunque valió la pena, por los libros que me hicieron más agradable este loco fin de semana...
ps que bueno q tus estudios medicos hayan salido bien, y que aprovechaste el tiempo con estos libros que recomiendas, cuidate :b
ResponderBorrarmmmm creo q buscare el libro de Taibo
XD pareciera contradictoria ntra era moderna, llena de tecnologia. Por un lado el (o la) Internet nos atrae con tanta cosa que hay, los viejos la llamarían "la otra caja idiota". Y por otro lado, anuncios sobre el cuidado de la salud.
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