Pseudohistoria 2: el mito del Nuevo Orden Mundial
Yo creo que es uno de los mitos más famosos de finales del siglo XX y principios del XXI. Lo podemos encontrar fácilmente en internet, en televisión, radio, libros, cine y revistas. Quizá su fama radica en que es capaz de vincular el miedo al futuro junto con el fascinante espectáculo del poder. Me refiero al Nuevo Orden Mundial (NOM), un conjunto de creencias que dice que el planeta vive bajo el dominio de un Imperio supranacional que controla la política, la economía y la cultura de todos nosotros.
Este imperio está dirigido por alguna sociedad secreta, conformada por todos los líderes contemporáneos. Desde George Bush II hasta Bono, pasando por Bill Gates, el Rey de España, el Papa, Steve Jobs, George Soros y Beyoncé. (Bueno, no estoy seguro de que hayan incluído a Beyoncé, pero su belleza lo amerita).
El proyecto imperial habría nacido varios siglos atrás. No queda claro si fue durante el Imperio Romano, en el Medioevo o en el siglo XIX. Para algunos, los verdaderos amos del mundo son los judíos; otros dicen que son los francmasones, (quienes están vengando la muerte de los templarios en 1314), y unos más aseguran que todo es responsabilidad de los temibles Illuminati, una sociedad paramasónica nacida en Baviera durante el siglo XVIII.
El caso es que esta sociedad secreta ha movido en las sombras los hilos de la historia para lograr la dominación mundial. Ellos provocaron la caída del Sacro Imperio Romano Germánico en 1806, la del Imperio Español en 1821, la Guerra Franco-Prusiana, las dos Guerras Mundiales, Vietnam, la caída del muro de Berlín, la destrucción de las Torres Gemelas en 2001 y la actual crisis económica global.
Sus elementos se han infliltrado en todos los grupos de poder (como la Iglesia Católica), y durante el siglo XX crearon sus propias organizaciones para alcanzar sus objetivos. La Organización de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OTAN y el Foro Económico Mundial son obra suya.
Ellos crearon el Euro, y entre sus siniestros planes está el de crear el Amero, una moneda común norteamericana que destruirá a los Dólares (americano y canadiense) y a nuestro pobre Peso.
La meta de este Imperio mundial es la de apropiarse de todo el poder y las riquezas del planeta, y dominar a sus habitantes a través de los medios de comunicación. De ese modo, todos los terricolas pensaremos como ellos quieran, trabajaremos en lo que ellos decidan y consumiremos los productos que los hagan aún más ricos y poderosos.
Y si alguien se opone a sus planes, el NOM cuenta con la CIA, el FBI, el Mossad, todas las industrias financieras y de comunicación, además de los ejércitos de Estados Unidos y Europa Occidental para imponernos su ley.
¿Por qué escribo sobre este tema en un blog de historia? en la torre de marfil de la Academia (la que genera conocimiento, no la de TV Azteca), hace siglos que este debate fue superado; pero el gran público sólo conoce lo que le llega a través de los medios de comunicación, y no tiene las herramientas necesarias para saber si lo que le están diciendo es verdad o mentira.
También hay que decir que el NOM es un mito que se apoya en la historia. Los partidarios de su existencia toman una serie de hechos históricos verdaderos, pero los interpretan a su conveniencia para producir un discurso atractivamente morboso. De ese modo, Jacques de Molay, Napoleón, Cecil Rhodes y la resolución presidencial NSPD-51 pueden caber en la misma canasta.
Al mismo tiempo, el mito del NOM involucra dos aspectos que por siglos interesaron a los historiadores: a) qué es lo que hace que la historia ocurra, o mejor dicho, cuál es "el motor de la historia", y b) cómo se puede dominar este motor.
Hace miles de años, los griegos propusieron que la Historia es un proceso circular: tarde o temprano todo se repite. Las grandezas y las tragedias no son más que etapas en un camino cíclico inalterable. La tradición judeocristiana rompió con esta idea, al proponer que la Historia tenía un inicio (Génesis), un final (Apocalipsis) y un motor (Dios).
La concepción deísta y lineal de la historia se mantuvo hasta el Renacimiento, cuando el Hombre se convirtió en el centro de la creación y en el motor de la historia; la cual, según Gianbattista Vico, progresaba como si fuera una espiral: avanzando hacia adelante, pero al mismo tiempo repitiendo etapas.
Siglos después, Augusto Comte y el Positivismo establecieron que gracias a la ciencia, el hombre se había convertido en el amo del universo y que el devenir histórico se detendría cuando todos los seres humanos gozaran del conocimiento científico y sus ventajas tecnológicas.
Sin embargo, tuvo que llegar Carlos Marx para decir que mientras perduraran los conflictos en las sociedades por la posesión de los medios de producción, esa etapa idílica no llegaría. Empero, Marx ofrecía a sus seguidores el consuelo de una tierra prometida: el comunismo científico, donde todos seríamos dueños de todo, lo que traería la paz y el final de la historia.
Cuando se acabó la Guerra Fría, los marxistas ortodoxos perdieron el fundamento de su fe, mientras los neoliberales encontraban un nuevo mesías: Francis Fukuyama, quien decía que habiamos llegado a la etapa final, en la que todos los gobiernos serían democráticos y la economía sería capitalista, ¡Al fin se acabó la Historia!
¿Pero qué pasó? pues que la Historia, como expresión de la Vida, siempre es más poderosa que cualquier proyecto o interpretación humana. En el idílico mundo neoliberal aparecieron la Guerra de Yugoslavia, Somalia, Al Qaeda, Osama Bin Laden y la crisis económica con la que se despide este horrible 2008.
¿Qué tiene que ver todo esto con el NOM? pues que éste, a pesar de ser una simple invención,o como se le llama ahora: "una leyenda urbana", involucra el deseo de terminar con el devenir histórico a través del poder. Si el NOM fuera real, todos los problemas de la humanidad terminarían a través de la fuerza. Al fin se harían realidad los sueños de Platón y Confucio: una sociedad duramente estratificada en la que todo es armonía. Cada miembro de este imperio mundial dedicaría su vida a cumplir la labor que le fue señalada al comienzo de su existencia: unos producirían bienes y servicios, otros protegerían al sistema y unos pocos lo gobernarían.
En Pseudohistoria 1 dije que es muy sencillo construir discursos aparentemente lógicos, en los que las generalidades explican cualquier circunstancia. Desgraciadamente, como decía un querido maestro mío: "los absolutos no pueden explicar relativos". Cuando examinanos detalladamente los acontecimientos históricos, nos damos cuenta de que uno de sus elementos conformadores es la contradicción. A pesar del inalterable deseo humano por el poder, ninguna sociedad ha sido capaz de controlar todo lo que hace la especie humana.
Estados Unidos es el mejor ejemplo de ello. A veces son una República que defiende un modo de vida basado en el respeto y apoyo a las empresas del Individuo. En otras ocasiones, son un Imperio que quiere imponer sus creencias al resto del planeta, pero nunca han podido desligarse de estos dos aspectos.
¿Es posible que exista un imperio mundial? pues muchas veces se ha intentado. Roma, España, Napoleón, Hitler y Estados Unidos son prueba de ello. ¿Pero puede existir un gran movimiento secreto, tricentenario y todopoderoso que alcance la dominación en todos los órdenes de la vida humana, y además para siempre? Es una empresa demasiado ambiciosa, aún para George Bush. La vida es multidimensional e imposible de abarcar en su totalidad. Al final, como dice una canción de Café Tacvba: "Quiero hacerla un cuadrado, deformarla en un triángulo, pero la vida siempre vuelve a su forma circular".
...y encima, redondo es sexy.
ResponderBorrarAplausos, de pie y me quito el sombrero.
De todo lo que te he leído, por mucho, este artículo es mi favorito.
Me encanta la manera en la que conjuntas las diferentes corrientes historiográficas con la política y la economía acutal. Siempre lo haces cuando lo escribes, pero esta vez te quedó de maravilla.
Comparto muchas de tus opiniones. Tenemos mucho material para largas y largas horas de conversación...
Saludos y felicidades, querido Dr. Burkholder.
Papillon.