Cambio Juárez viejo por San Felipe de Jesús "reloaded"...


La nota llamó mi atención porque creo que nos alerta sobre algo preocupante. La historiadora Patricia Galeana denunció en Yucatán que existe un movimiento "neoconservador" en México que pretende acabar con la idea de la Historia que hasta hoy hemos tenido.
Galeana advirtió que "desde el sexenio de Vicente Fox los gobiernos panistas intentan acabar con los próceres de la historia nacional", y que "se ha quitado el nombre de Benito Juárez a casi 500 sitios o localidades de nuestro país".
Sería el regreso de una historiografía conservadora, que fue derrotada por el Estado Revolucionario luego de la guerra cristera, pero que se mantuvo en los colegios católicos y en las obras de algunos autores.
Esta "otra historiografía" sostiene que tenemos en el "infierno laico" a personajes que no deberían estar ahí (como Agustín de Iturbide), mientras que vivimos endiosando a otros próceres que no se merecen nuestras consideraciones (o sea, ¡vamos a demoler el Hemiciclo a Juárez!).
Los historiadores profesionales conocemos estas otras versiones de nuestro pasado, pero la gente que no acostumbra a Clío, fácilmente se asombra con esos cuentos que tienen el gran problema de no ser objetivos (pecado en el que también ha caído la historia oficial).
Sin embargo, Galeana menciona algo que debería preocuparnos a todos los historiadores: la academia está totalmente alejada de estos debates y sigue en su torre de marfil escribiendo para sí misma.
Son pocos los historiadores profesionales que hacen divulgación. En este momento pienso en Javier Garcíadiego con su excelente programa de radio "Conversaciones sobre historia", en el que hace el enorme y agradecible esfuerzo de divulgar una historia mesurada, certera y científica.
Como dije en el primer post que escribí, la sociedad mexicana necesita de las certezas que la historia bien hecha le pueda dar sobre su pasado. Si los historiadores profesionales no llenamos ese hueco, alguien más lo hará y a su conveniencia.
La historia sigue siendo un arma política, a pesar de que a los Hijos de Clío de repente se nos olvide.
Galeana señaló en su conferencia el riesgo de que esa historiografía sea la base de un movimiento que enfrente a grupos políticamente contrarios en México. En lugar de tener una Historia común, volveríamos a las luchas entre los extremos. Esa película ya la vivimos durante gran parte del siglo XIX. México merece dar un paso hacia adelante, y los historiadores tenemos la responsabilidad de ayudarle a nuestra sociedad a conservar su memoria, y sobre todo, a comprenderla.

Comentarios

  1. Más que una demolición de la antigua "historia de bronce" construida durante décadas de gobiernos priístas, estamos presenciado su renovación. Desde diferentes instancias neoconservadoras se está promoviendo un cambio paulatino en nuestros héroes (y villanos) conmemorables. Más allá de que nos guste o no, la cuestión es si participar directamente en esta discusión es propiamente asunto de los historiadores. Vistos de cerca, son raros los personajes absolutamente reverenciables o enteramente detestables. Y dejando de lado estas ambigüedades, me parece que nuestro oficio tiene más que ver con la comprensión del pasado que con las lecciones morales que de él puedan extraerse.
    Por otro lado, es cierto que el tema de los usos (y abusos) sociales de la historia da para un fascinante objeto de análisis. Hay en que entretenerse, pues.
    Felipe Castro

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