Acuerdos, presidentes y periodistas
En la imagen, Robert Capa; uno de los corresponsales de guerra más importantes del siglo XX.
Fue la nota de la semana pasada y casi dividió a la prensa nacional entre los que piensan que es un acontecimiento histórico y los que creen que es un intento de la Presidencia y las grandes cadenas televisoras para centralizar y censurar la información sobre la guerra contra las organizaciones criminales. Me refiero por supuesto a la firma del Acuerdo para la cobertura informativa de la violencia (ACIV, para abreviar).
Empecemos por el principio: ¿Qué es el ACIV? es un documento que firmaron 715 medios de todo el país para aplicar criterios editoriales comunes con la intención de que la cobertura informativa no pueda ser usada por la delincuencia para generar terror entre la población. Además, pretenden establecer mecanismos para proteger a los periodistas que trabajan esos temas.
Como señala el acuerdo, vivimos una ola de violencia sin precedentes en nuestra historia, (ésto quizá habría que matizarlo; sólo hay que recordar la década 1910-1920). Las instituciones están en riesgo debido al avance de las organizaciones criminales, lo que entre otras cosas limita la libertad de expresión.
Lo que preocupa a los firmantes del acuerdo es que el crimen organizado pueda usarlos para transmitir información a sus enemigos, al Estado y a la sociedad. Entiendo que éso les preocupe especialmente, si tomamos en cuenta que desde sus orígenes, la prensa mexicana ha servido más como canal de comunicación entre élites y grupos de poder, en lugar de enfocarse a informar a la sociedad.
La pregunta que se hacen los medios es ¿qué debemos hacer para informar sobre lo que está pasando y no convertirnos en voceros de los narcos? supongo que se refieren a las narcomantas, las grabaciones y videograbaciones, distintos tipos de declaraciones, y por supuesto la violencia cruda que se usa para lanzar mensajes a los enemigos. Tan sólo hay que recordar a esa mujer que colgaron de un puente en Monterrey, y en cuyo cuerpo habían escrito el nombre de su asesino.
Para defender la libertad de expresión, los medios asumen que necesitan unirse, aplicando diversas medidas en conjunto, como son: condenar la violencia y no justificarla de ninguna manera; no usar la terminología del narco (adiós al uso de la palabra "levantones" y otras parecidas); impedir que los criminales aparezcan como héroes (supongo que Billy Rovzar, el productor de "Salvando al Soldado Pérez" tiene una idea distinta sobre este punto); desechar la información propagandística que generen los grupos criminales; presentar la información con el contexto adecuado; manejarla según su importancia; atribuír explícitamente las responsabilidades que correspondan a cada quién (o sea, si el Estado se excede al perseguir a los criminales y atenta contra la sociedad civil, hay que denunciarlo); no prejuzgar culpables (o sea, no presentarlos sin que haya habido un juicio de por medio, aunque al Secretario de Seguridad Pública Genaro García Luna le encante montar esos espectáculos); cuidar a las víctimas y a los menores de edad; alentar la participación ciudadana; proteger a los periodistas; solidarzarse con ellos cuando sean víctimas de alguna agresión; y no difundir información que ponga en riesgo algún operativo contra los grupos criminales.
No suena mal. De hecho, es algo que todos los medios deberían hacer por sistema y no verse obligados a ello debido a que México es uno de los países más peligrosos del mundo para dedicarse al periodismo.
Sin embargo, hay voces en contra. Carmen Aristegui piensa que en lugar de la "discreción", "uniformidad", o "achatamiento" de los medios, el Estado tiene que garantizar que habrá "información clara, precisa, amplia, diversa, plural y crítica de los sucesos que marcan la vida nacional". Miguel Angel Granados Chapa se preguntaba ayer en su columna "Plaza Pública" si Televisa y los medios firmantes usarán este acuerdo en dos casos que ocurrieron a pocas horas de la firma: el asesinato de un conductor de televisión en Monterrey y las amenazas que ha sufrido el diario "El Sur" por parte del gobernador de Guerrero, Zeferino Torreblanca. "El Sur", por cierto, también firmó el acuerdo.
¿Los medios necesitan unirse a través de un acuerdo como éste? Históricamente, la prensa mexicana ha sido más proclive a caminar cada quién por su lado. A pesar de que, desde finales del siglo XIX, los periodistas se unieron en gremios y sindicatos para defenderse, lo cierto es que éstos nunca tuvieron la capacidad para cumplir con la labor que les había sido asignada.
Además, estamos hablando de un oficio en el que la constante es competir con los colegas para conseguir esa noticia que ellos no tienen y darla a conocer antes de que otro lo haga. Todo eso dificulta que un acuerdo como éste se aplique a profundidad.
Ojalá, dejando de lado intereses corporativos y/o particulares, los periodistas mexicanos encuentren la forma de trabajar juntos no para uniformizar sus notas y sus políticas editoriales; sino para defender su oficio y la diversidad que por obligación conlleva.
Por cierto, hace unos días el presidente Felipe Calderón declaró que, en caso de no haber sido político, le hubiera gustado dedicarse al periodismo. Sus palabras fueron:
Yo alguna vez hablaba que ojalá hubiera, por ejemplo. Si yo no hubiera sido político, a lo mejor me dedicó al periodismo, qué también me gusta, es una profesión que respeto, pero hubiera hecho un periódico que se llamara Balance.
Y en la primera plana pondría, de un lado, todas las noticias malas, las más importantes, y del otro lado, en la primera plana, todas las noticias buenas, las más importantes; y en medio las notas, digamos, buenas o malas, sin poder clasificarlas ahí, que, como decía Carlos Castillo, a este ritmo en México son las notas de deportes, que son las únicas que asientan hechos, digamos, totalmente objetivos e indisputables. Los Pumas le ganaron uno cero al Morelia. Yo puedo decir que es mala noticia, pero el hecho es objetivo. Sí, porque le voy al Morelia, no tengo nada contra los Pumas.
Yo creo que los mexicanos, en la medida en que hagamos un esfuerzo por no sólo querer a nuestro país, que lo queremos, sino también por confiar en él, como confiar en nosotros mismos, en esa misma medida vamos a tener, incluso más, de lo que tenemos.
Esa declaración me recordó mucho las palabras de otro presidente de México:
Si yo fuera director de un periódico, éste es el credo que yo colgaría sobre mi escritorio: imprimiré todas las noticias dignas de publicarse, pero me reservo el derecho de determinar: lo que ya no es noticia, el beneficio que puede obtenerse de su publicación, su importancia relativa en comparación con otras noticias, y su posible efecto en mis lectores. No usaré títulos llamativos, adornados con detalles sórdidos, para informar un homicidio, un delito sexual o la falta de una persona. Nunca agitaré ni ofenderé la sensibilidad de los lectores que deseo tener, No fomentaré las disputas personales con frivolidad o malicia. Trataré de recordar la facilidad con que una buena campaña de prensa influye en la vida emocional de los lectores, y no olvidaré la frase de Goebbels, de que una mentira repetida con frecuencia y descaro suficientes acaba por ser creída. Trataré de ser objetivo en la enumeración de las noticias y evitaré hacer una interpretación personal de los sucesos. No aceptaré ningún anuncio que comprometa mi honradez, Este periódico jamás se someterá a nadie para actos viles o abusivos. Señalaré los sitios donde existan la infamia y el mal, y me referiré al buen ciudadano como quisiera que él se refiriera a mí...
La segunda declaración fue hecha por Gustavo Díaz Ordaz el 7 de junio de 1970. La historia nunca se repite, pero siempre se parece a sí misma...
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