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Mostrando las entradas de enero, 2011

Don Carlos Balmori: burlándose del México de los años 20.

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El periodo 1926-1931 trajo grandes cambios a México. Mientras Plutarco Elías Calles era el jefe del Ejecutivo, Álvaro Obregón maniobraba en las sombras para volver a cruzarse el pecho con la banda presidencial. Lo habría logrado, si las notas de “El Limoncito” no hubieran sonado en el momento preciso, y la pistola de José de León Toral no lo hubiera matado. La desaparición de Álvaro Obregón llevó a los revolucionarios sobrevivientes a establecer un pacto gracias al cual decidieron guardar las pistolas y repartirse el poder pacíficamente. No fue sencillo lograrlo: la institucionalización del sistema político todavía era un sueño, y Plutarco Elías Calles, el presidente que no buscó reelegirse (tal vez para no seguir el camino del manco de Sonora), se convirtió en el Jefe Máximo de la Revolución y su voz fue ley en este país durante varios años más. La UNM se convirtió en UNAM, luego de que Emilio Portes Gil le otorgó la autonomía. El gobierno mexicano y la Iglesia Cató

"Fatty" Arbuckle, cuando la prensa se convirtió en juez.

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Cuando pensamos en las grandes estrellas de la comedia cinematográfica, de inmediato recordamos a Charlie Chaplin, Harold Lloyd, Buster Keaton y Laurel & Hardy. A más de cien años de su filmación, esas películas todavía pueden hacernos reír por su ingenuidad y belleza. Ahí se inventó el género del pastelazo, el cual ahora vemos en todas partes y ha perdido su encanto original. Entre todas aquellas estrellas cómicas de los orígenes del cine, hubo uno que fue el más famoso de todos. No fue Chaplin, ni Keaton, ni Lloyd. Era Roscoe "Fatty" Arbuckle, el artista mejor pagado de su tiempo, con un millón de dólares al año. Sin embargo, su recuerdo se ha perdido casi por completo. Desgraciadamente, "Fatty" Arbuckle es recordado ahora por haber sido víctima de un horrible escándalo que acabó con su carrera cinematográfica, que nos demuestra lo peligrosa que puede ser la prensa cuando se conduce buscando únicamente las ganancias económicas, y lo poco que puede valer la hon

34,612 muertos (y contando) de una guerra que no existe.

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La semana pasada, esta imagen causó un gran revuelo en los periódicos y redes sociales. El caricaturista Rius tuvo la idea de convocar a otros colegas moneros, periodistas y gente interesada para manifestarse contra lo que algunos creemos que es una carnicería: la guerra (o lucha, según Felipe Calderón) contra el crimen organizado. Yo entiendo que haya quien considere que la única forma de vencer a los cárteles de la droga (y negocios colaterales) sea aplicando contra ellos toda la fuerza del ejército mexicano. Sin embargo, me impresionó la manera agresiva que muchos usaron para sostener esa opinión. Leí muchos comentarios en Twitter en los que aquellos que pusimos esta imagen en nuestro avatar fuímos calificados, por lo menos, de imbéciles y hasta de traidores a México. Se nos dijo que éramos una punta de retrasados mentales porque no estamos de acuerdo con la política aplicada por el gobierno federal y que era, por lo menos sospechosa, nuestra crítica al Estado en lugar de apoyarlo

La (incompleta) transición mexicana

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Ya que los festejos del 2010 terminaron, ahora sí podemos empezar el análisis de aquellos acontecimientos que ocurrieron hace un siglo o dos y que transformaron la historia de México. Como yo me dedico a investigar la historia política y social del siglo XX, puedo al fin olvidarme de esas fiestas cuchas y enfocarme en aquellos hechos que este año cumplen sus primeros cien de haber ocurrido, como los primeros ataques de la guerrilla villista, la toma de Ciudad Juárez, la renuncia y exilio de Porfirio Díaz, el Plan de Ayala y la toma de posesión como presidente de Francisco I. Madero. Ya revisaremos todo eso y mucho más, puesto que la historia siempre influye en nuestro presente. No podemos vivir como si la historia no existiera (parafraseando a Octavio Paz). Y para comenzar formalmente 2011 (puesto que hoy, al fin, regresaron los niños a la escuela), quiero platicarles sobre un libro que es fundamental para todos los que investigamos el siglo pasado, sin importar si somos historiadores,

¡Desde el frente de batalla!

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Era un gran barco totalmente pintado de gris, sin ninguna señal que pudiera identificarlo. A bordo iban varios millares de soldados, un capitán que jamás fue visto por la tripulación y cientos de civiles que regresaban por diversos motivos a esa Europa que se había cubierto de sangre desde 1939. Zarparon de improviso una madrugada desde Nueva York con destino a algún puerto desconocido en Inglaterra. A veces los aviones aliados custodiaban la travesía, pero en muchas ocasiones estuvieron solos sobre el Atlántico Norte, sin más guía que las órdenes que el anónimo capitán había recibido antes de zarpar, y con el miedo constante de ser hundidos por un submarino alemán. Entre los pasajeros de ese barco estaba un grupo de periodistas mexicanos, quienes viajaban a Inglaterra con la misión de informar a los lectores de sus periódicos sobre lo que estaba ocurriendo en esa isla. Con su trabajo, esos reporteros colaboraron a reestablecer las relaciones que se habían roto años antes, cua

¿Y ahora, qué hacemos con la Historia?

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Clio, musa de la historia. Desaparecieron los comerciales sobre el Bicentenario, la hotline que me mandaba recaditos sms acerca de eventos, inauguraciones y fechas que celebrar ha enmudecido , los cientos de miles de ejemplares del libro que el gobierno Federal regaló para celebrar los 200 años de ya saben qué están en la basura, o fueron usados para el boiler. Pocos sobreviven en algunas casas, y de esos quién sabe cuántos serán leídos. "Shalalá" ha sido sepultado por nuestro olvido , y sólo falta que los huesos de nuestros héroes nacionales regresen a la Columna de la Independencia para que oficialmente terminemos con las fiestas por el nacimiento de la patria. Ese conjunto de celebraciones, homenajes, desfiles, publicaciones, programas, canciones, pifias, enojos, vergüenzas y demás, ha sido cuidadosamente empaquetado y arrojado al closet del olvido nacional. No más historia, no más recuerdo, no más héroes nacionales convertidos en personajes de caricatura japonesa, al fin