La memoria como un deber


La revista Nexos en su número de enero de 2010 comenzó una serie de doce reflexiones sobre los 200 años de vida de nuestra patria. La idea de esta serie es pensar en México a largo plazo, como lo exige este aniversario, enfocándose más en la construcción de aquellas instituciones que permiten que nuestro país siga adelante y no sólo en los problemas o en las rencillas provocadas por antiguas intepretaciones de nuestra historia.
El primer texto de esta serie fue escrito por Enrique Florescano, con el nombre Deber de memoria. Florescano comienza su artículo señalando que la sociedad contemporánea tiene la obligación de recordar a todos aquellos que en el pasado contribuyeron a formarla. No podemos vivir como si la historia no existiera; creer que todo lo que somos y nos rodea surgió junto con nosotros y que desaparecerá cuando nos hayamos ido es condenarnos a una existencia pequeña basada en lo inmediato y que se tropezará una y otra vez con aquellas barreras que desconocemos por nuestra ignorancia.
Como señala Florescano: "en la medida en que somos hijos del proyecto colectivo que despuntó en 1810 y fue ratificado en 1910, los mexicanos del siglo XXI tenemos el compromiso moral de recordar esos orígenes y transmitir su legado a los ciudadanos de hoy y de mañana". Para Florescano, los objetivos de nuestros "Padres fundadores" se mantienen vigentes: República Federal, Estado laico, principios democráticos, garantías individuales, igualdad de derechos y opotunidades, la irrestricta participación ciudadana en los asuntos públicos, los derechos sociales, la aspiración de erradicar la pobreza, educación para todos y el imperativo de producir riqueza para todos.
Si bien este conjunto de proyectos no se planteó desde el primer momento de la Revolución de Independencia, sino que se fue armando con el paso del tiempo debido a la suma de múltiples inquietudes por parte de aquellos actores a los que Florescano llama "nuestros padres fundadores", vale la pena considerarlos como fruto de los movimientos de 1810 y 1910. Al final constituyen ese proyecto nacional al que los mexicanos de diferentes épocas le apostaron y por el cual se enfrentaron entre sí en muchas ocasiones.
Señala Florescano que 2010 puede ser una gran oportunidad para infundirle un nuevo aliento al proyecto de construir una nación democrática que pueda satisfacer las necesidades de sus habitantes. Después el autor se dedica a revisar lo que los distintos gobiernos estatales, la clase política y los historiadores están haciendo para conmemorar en este año bicentenario. Luego de deplorar que la Comisión Organizadora de los festejos haya tenido cuatro coordinadores, (lo que llevó a que en repetidas ocasiones tuvieran que desandar el camino), los preparativos de nuestros centenarios aparecen "tardíos, pobres en imaginación y faltos de proyección nacional y perspectiva de futuro". Al parecer esto tiene que ver tanto con la incapacidad del gobierno federal para organizar unos festejos a la altura de su importancia, como a cierta reticencia de origen, por parte de un gobierno que no se reconoce como heredero de lo obtenido gracias a las luchas independentista y revolucionaria.
Lo mismo señala con respecto a los partidos políticos, quienes al parecer no tienen un programa de festejos o piensan que en el fondo "no hay nada que celebrar".
Quienes están realizando muchas labores al respecto son los historiadores, quienes a través de la realización de congresos, coloquios, programas de televisión y radio y la publicación de libros, revistas y páginas de internet están proponiendo revalorar críticamente nuestro pasado, con la perspectiva que nos da el presente.
2010 puede ser un año de muchos festejos y muy poco contenido, (lo que sería lamentable) a menos que podamos usar su peso simbólico para renovar ese proyecto nacional del que Florescano hablaba al principio de su ensayo. Y para lograrlo es fundamental que los actores nacionales se sienten a conversar sobre lo que ha sido y lo que queremos que sea nuestro país. Florescano no habla sobre el programa Discutamos México (quizá porque no estaba enterado de su realización cuando escribió este ensayo) pero ése puede ser un intento por lograr ese diálogo nacional que tanto necesitamos. Sin embargo, no será suficiente con un programa de televisión. Ante la falta de una gran conversación nacional sobre el pasado y el presente del país, hay que realizar miles de pequeñas discusiones en todos los lugares donde pueda hacerse: universidades, instituciones, medios de comunicación, y por supuesto en la red.
Para avanzar hacia el futuro hay que romper con los fardos del pasado, señala Florescano. Para 2010 necesitamos una visión de largo plazo, que nos permita darnos cuenta de que sí hay mucho que celebrar. Ante todo, podemos estar contentos por la simple razón de que México existe, a pesar de sus múltiples problemas, y que en 200 años la sociedad mexicana logró construir un país con una enorme cultura que ahora tiene ante sí el reto de observar su pasado para cambiar su futuro.

Comentarios

  1. Eso es cierto, la Historia es más que recordar lo que ya pasó. Sin conocer y reconocer ntro pasado, México no podrá superarse a sí mismo.

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  2. Como siempre me gustó mucho tu texto. Quizá somos de los pocos optimistas, o tal vez, al estar al pendiente de la historia nos damos cuenta de que efectivamente se ha hecho mucho para lograr lo que tenemos, para gozar de lo que gozamos -a pesar de lo que digan- y creo que simplemente eso ya es motivo de celebración y reconocimiento.
    Mañana mismo voy por Nexos y me suscribo para tener a mano todos los ensayos al respecto.
    Sandra

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