La generación del Ateneo: cuando los patriarcas no eran de bronce.


Un muy joven Alfonso Reyes a principios del siglo XX.


Esta es la historia de un grupo de jóvenes que decidieron que querían dedicar sus vidas a las humanidades en el México de la primera década del siglo XX. Bajo la estricta tutela de un guía dominicano, los miembros de esta cofradía compartieron lecturas y experiencias en un país que se regodeaba en el triunfo de una estructura política que llevaba tres décadas gobernando, mientras que bajo sus plantas la tierra comenzaba a agitarse.

Esta es la premisa del nuevo libro de Susana Quintanilla: Nosotros..., en el cual nos ofrece una historia de lo que es recordado como uno de los grupos culturales más importantes en la historia de nuestro país: el Ateneo de México. La Revolución Mexicana muchas veces ha sido analizada desde una perspectiva meramente política: los grandes caudillos y sus hechos de armas inundan el paisaje historiográfico dedicado al levantamiento de 1910. Sin embargo, la Revolución no fue solamente una larga batalla entre los grupos que se disputaban el futuro del país. También fue la ruptura con el Positivismo y el nacimiento de nuevas tendencias en la filosofía y las artes. Fue una lucha por las ideas y por el cambio.

Al mismo tiempo, el recuerdo mitificado de aquellos personajes que con sus acciones contribuyeron a transformar a México, ha impedido que éstos sean analizados de una forma más plena: como las personas que eran, con sus luces y sombras. Frecuentemente vemos a estas figuras no por lo que fueron sino por aquello en lo que se convirtieron: los grandes patriarcas broncíneos que, ya sea en la política, la industria o en la república de las letras, cambiaron el rumbo de la nación.

En este sentido, la contribución del libro de Quintanilla a la historiografía sobre las ideas y la cultura en México es muy grande: nos muestra a esa generación del Ateneo pero no a través de sus obras o sus momentos cumbre; sino basándose en sus orígenes: cuando todos eran unos veinteañeros que aún dependían de sus padres y que poco a poco, entre lecturas, conferencias, reuniones y fiestas, comenzaron su camino por los terrenos de la cultura y de la política.

Quintanilla nos ofrece una historia fascinante que nos lleva por varios rincones de la Ciudad de México a finales del Porfiriato: Los grandes salones donde se reunía la alta sociedad, las redacciones de los periódicos, los edificios del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes y de la renaciente Universidad Nacional de México; las cervecerías, las vecindades y las aulas de la Escuela Nacional de Jurisprudencia. Todos estos lugares son el escenario donde se desarrollaba la vida de estos muchachos reunidos por sus intereses literarios.

Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Antonio Caso, Nemesio García Naranjo, Jesús T. Acevedo, Julio Torri, Martín Luis Guzmán y José Vasconcelos (entre otros) son mostrados por la autora en un momento fundamental en sus vidas: cuando apenas se estaban formando profesional y personalmente y sólo eran “Alfonsito”, “Pedro” y “Pepe”. Quintanilla nos enseña a un Alfonso Reyes insatisfecho por la obligación de seguir la carrera de abogado, con el gran peso a sus espaldas que representaba ser el hijo de uno de los políticos porfiristas más importantes, y con un profundo amor por las letras y el conocimiento. Hénriquez Ureña aparece como un muy joven pero aún así ya maduro intelectual, que de manera rigurosa y a veces con soberbia va dirigiendo las lecturas y los actos de sus compañeros. Caso y Vasconcelos se arrojan a los brazos de la filosofía mientras obtienen pequeños trabajos y forman sus propias familias (aunque, como fue el caso de Vasconcelos, no desearan hacerlo). En otros se presenta el alcoholismo, la visita a las casas de citas, la afición por los deportes y otras actividades; pero todos se reúnen en torno a los libros y su discusión. Los autores griegos, ingleses y franceses llenan sus días y les dan sentido en un mundo que poco a poco empezó a derrumbarse.

También es importante la relación de este grupo con el tiempo que les tocó vivir y la forma en que influyeron en él. Por una parte se convierten en un movimiento de avanzada que organiza conferencias y conciertos, publica en revistas y periódicos y ejerce una crítica ante el panorama cultural que les rodea; y por otra son los beneficiarios de un sistema que, con sus altas y bajas, les permite iniciarse en el camino de la actividad política y cultural.

Nosotros…, es una excelente visión del mundo cultural mexicano a finales del Porfiriato. Es un testimonio de la formación de varios de los intelectuales más importantes del país y es un recuerdo de sus orígenes; una época a la que todos, de tiempo en tiempo, debemos regresar.

Susana Quintanilla, Nosotros. La juventud del Ateneo de México. México, Tusquets, 2008.

Comentarios

  1. SIEMPRE ME HA GUSTADO EL PORFIRIATO Y LOS PRIMEROS AÑOS DEL SIGLO PASADO,FELICIDADES DOCTOR, CADA VEZ ME GUSTA MAS EL BLOG

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  2. Como siempre.. interesantisimo y es tan grata su lectura que se me vuelve adicción...
    FELICIDADES y ojala permanezca por mucho tiempo tu blog....
    Saludos con gran admiración...

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  3. Como siempre interesantisimo todo lo que publicas, y tan gratamente descrito que se me vuelve adicción.
    Felicidades, te deseo lo mejor y pues ya sabes lo sigo promoviendo, los comentarios de quienes lo visitan son muy gratos.... =)
    Saludos...

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