La novela histórica, ¿verdades a medias o medias verdades?
Hace tiempo escuché a Enrique Krauze decir que la novela histórica era "el lado sexy de la historiografía". Hay que reconocerlo; las monografías historiográficas están dirigidas a un público especializado y su lectura puede ser bastante aburrida. El escritor historiográfico desea compartir con sus pares académicos los frutos de su más reciente investigación y simplemente no toma en cuenta su estilo literario. Sé que estoy generalizando, y ahora mismo recuerdo varios textos especializados que además estaban bien escritos y fue un deleite leerlos; pero no me negarán que las monografías áridas abundan en el reino de Clío.
No siempre fue así; en el pasado, cuando la historia era vista como una hermana de la literatura, una condición imprescindible para que valiera la pena era que estuviera bien escrita. Alfonso Reyes decía que todo texto historiográfico digno de alguna valía debía contener tres cosas: el dato comprobado, la interpretación comprensiva y la buena forma artística. Recuerdo en este momento la introducción de Lucas Alamán a su Historia de Mejico, las Llamadas de Daniel Cosío Villegas a su Historia Moderna de México, Pueblo en Vilo, de San Luis González y González, y la tensión espiritual que subyace en Destierro de Sombras, de Edmundo O´Gorman. Textos historiográficos de distintas épocas, pero que poseen un enorme valor literario.
Del otro lado tenemos al público no especializado. Al que llega a Sanborns o a otra librería y se encuentra un texto que simplemente le interesa y se lo lleva. Aquí aparece la novela histórica; un género ya antiguo que consiste en una narración que conjunta elementos ciertos e inventados sobre un determinado tema.
Marc Bloch decía que allí donde era imposible asegurar, se imponía sugerir. Creo que esta es una de las razones que explica la existencia de la novela histórica: todos los historiadores en algún momento de nuestras investigaciones nos hemos encontrado con "huecos" en el ordenamiento cronológico y la interpretación de nuestras fuentes. Simplemente no podemos saber qué ocurrió en nuestra historia, y/o por qué. En ese instante tenemos que imaginar para proponer una solución a ese enigma, y debemos utilizar todas nuestras fuentes y todo lo que sepamos sobre el tema para que esa solución que proponemos tenga visos de certidumbre y "pueda haber ocurrido".
Lo que hace el novelista es agrandar ese "espacio de sugerencia", añadiendo muchos elementos que simplemente es imposible conocer. ¿Cómo podemos saber lo que estaba pensando Antonio López de Santa Anna la noche del 15 de septiembre de 1847, cuando el ejército de Estados Unidos ocupaba la Ciudad de México? Tenemos muchas fuentes para inferirlo, pero es imposible saberlo a ciencia cierta.
Pero el novelista si puede permitirse inventar lo que pensaba (y sentía) "Quinceuñas" en ese momento, siempre y cuando no se salga de un margen de "veracidad" que es lo que le añade el elemento "histórico" a la novela. Si el novelista nos dice que en esa noche Santa Anna estaba muy preocupado porque los gringos no fueran a comerse a sus gallos de pelea, sabemos que es algo posible; pero si nos cuenta que "Quinceuñas" prefirió sentarse en flor de loto y hacer meditación zen para tranquilizarse, el lector sabe de inmediato que eso nunca pudo ocurrir.
¿Hasta dónde una novela histórica es novela y/o historia? ¿Cuál es el objetivo del autor al escribirla? eso depende de cada novelista. Hay quienes descubren que en la "realidad" ocurrió una historia muy interesante y quieren recontarla, añadiendo elementos que la hagan todavía más atractiva. También existen los que piensan que una novela es el mejor camino para transmitirle "certezas históricas" a un público no especializado. "El arte por el arte" y "el arte con objetivo" se entrecruzan en el reino de la novela histórica.
Quiero mencionar cuatro novelas que han llamado mi atención por esa forma de unir la realidad con la ficción. No todas me han gustado, (de hecho algunas han sido un martirio) pero creo que mencionarlas sirve para señalar esas diferencias que hacen atractivas a las novelas históricas.
Comencemos con un clásico: Noticias del Imperio, de Fernando del Paso. la locura de Carlota de Bélgica y el Segundo Imperio Mexicano, en un monólogo que integra muchas voces y lugares, donde tienen un lugar Charles Lindbergh, Mariano Escobedo, Eugenia de Montijo, Pancho Villa, Charles Chaplin, Mussolini y muchos más. Es un hermoso huracán donde se unen la tragedia, el drama y la comedia en lo que José Emilio Pacheco llamó alguna vez "el Vietnam del siglo XIX". Tienes que leerla o releerla.
El Seductor de la Patria, de Enrique Serna. El relato de los últimos días de Santa Anna. Pobre, anciano y repudiado, "el guerrero inmortal de Zempoala" tiene que enfrentarse con sus fantasmas, cuando fue el gran caudillo del México de opereta de principios del siglo XIX. Mi favorita.
México Acribillado, de Francisco Martín Moreno. A partir del descubrimiento de una nota publicada por Excélsior en 1947, que dice que el cadáver de Alvaro Obregón tenía 19 balas en su cuerpo, Martín Moreno escribe un capítulo más de una serie de novelas en las que desarrolla el mismo argumento: hay un complot contra México que viene desde la promulgación de la Independencia, en la cual los grupos en el poder se han confabulado para conservarlo, aunque a veces también se enfrenten. Estos grupos son el ejército, los extranjeros, los políticos, los empresarios, y fundamentalmente la Iglesia Católica. Para Martín Moreno, ésta siempre ha intentado ser la dueña de México, y ha colaborado con todos los agresores de la nación. En el caso de este libro, la Iglesia organizó el atentado en la Bombilla con la colaboración de Luis N. Morones y Plutarco Elías Calles, quienes prefirieron pactar con los curas para conservarse en el poder. En este complot estaríamos involucrados todos los historiadores (sí, tú también), porque no hemos dicho LA VERDAD sobre el pasado de México.
Francisco Martín Moreno es un autor muy leído. Yo creo que los historiadores deberíamos prestar más atención a sus textos, ya que, como dije en otro post: la historia sigue siendo un arma política, aunque a veces a Los Hijos de Clío se nos olvide...Aclaro también que no me gustan sus libros.
Juárez, el rostro de piedra, de Eduardo Antonio Parra. Una interesante biografía novelada del único presidente bombero de la historia de México (viejo chiste del Loco Valdés). A través de una narración cronológicamente discontinua, Parra nos muestra a un Juárez sin pedestal, adicto al poder, pero muy humano. Este Benito gusta de los puros, del baile, de las mujeres, de sus hijos y de la comida. No se tienta el corazón para perpetuarse en la presidencia usando su mejor arma, la ley; pero también es un hombre que sufre intensamente a causa del destino que eligió. Tan sólo la imagen de Juárez, recorriendo en las madrugadas los pasillos de Palacio Nacional, buscando los espectros de otros presidentes y dialogando con sus demonios internos, es suficiente para no detenerse en su lectura.
No siempre fue así; en el pasado, cuando la historia era vista como una hermana de la literatura, una condición imprescindible para que valiera la pena era que estuviera bien escrita. Alfonso Reyes decía que todo texto historiográfico digno de alguna valía debía contener tres cosas: el dato comprobado, la interpretación comprensiva y la buena forma artística. Recuerdo en este momento la introducción de Lucas Alamán a su Historia de Mejico, las Llamadas de Daniel Cosío Villegas a su Historia Moderna de México, Pueblo en Vilo, de San Luis González y González, y la tensión espiritual que subyace en Destierro de Sombras, de Edmundo O´Gorman. Textos historiográficos de distintas épocas, pero que poseen un enorme valor literario.
Del otro lado tenemos al público no especializado. Al que llega a Sanborns o a otra librería y se encuentra un texto que simplemente le interesa y se lo lleva. Aquí aparece la novela histórica; un género ya antiguo que consiste en una narración que conjunta elementos ciertos e inventados sobre un determinado tema.
Marc Bloch decía que allí donde era imposible asegurar, se imponía sugerir. Creo que esta es una de las razones que explica la existencia de la novela histórica: todos los historiadores en algún momento de nuestras investigaciones nos hemos encontrado con "huecos" en el ordenamiento cronológico y la interpretación de nuestras fuentes. Simplemente no podemos saber qué ocurrió en nuestra historia, y/o por qué. En ese instante tenemos que imaginar para proponer una solución a ese enigma, y debemos utilizar todas nuestras fuentes y todo lo que sepamos sobre el tema para que esa solución que proponemos tenga visos de certidumbre y "pueda haber ocurrido".
Lo que hace el novelista es agrandar ese "espacio de sugerencia", añadiendo muchos elementos que simplemente es imposible conocer. ¿Cómo podemos saber lo que estaba pensando Antonio López de Santa Anna la noche del 15 de septiembre de 1847, cuando el ejército de Estados Unidos ocupaba la Ciudad de México? Tenemos muchas fuentes para inferirlo, pero es imposible saberlo a ciencia cierta.
Pero el novelista si puede permitirse inventar lo que pensaba (y sentía) "Quinceuñas" en ese momento, siempre y cuando no se salga de un margen de "veracidad" que es lo que le añade el elemento "histórico" a la novela. Si el novelista nos dice que en esa noche Santa Anna estaba muy preocupado porque los gringos no fueran a comerse a sus gallos de pelea, sabemos que es algo posible; pero si nos cuenta que "Quinceuñas" prefirió sentarse en flor de loto y hacer meditación zen para tranquilizarse, el lector sabe de inmediato que eso nunca pudo ocurrir.
¿Hasta dónde una novela histórica es novela y/o historia? ¿Cuál es el objetivo del autor al escribirla? eso depende de cada novelista. Hay quienes descubren que en la "realidad" ocurrió una historia muy interesante y quieren recontarla, añadiendo elementos que la hagan todavía más atractiva. También existen los que piensan que una novela es el mejor camino para transmitirle "certezas históricas" a un público no especializado. "El arte por el arte" y "el arte con objetivo" se entrecruzan en el reino de la novela histórica.
Quiero mencionar cuatro novelas que han llamado mi atención por esa forma de unir la realidad con la ficción. No todas me han gustado, (de hecho algunas han sido un martirio) pero creo que mencionarlas sirve para señalar esas diferencias que hacen atractivas a las novelas históricas.
Comencemos con un clásico: Noticias del Imperio, de Fernando del Paso. la locura de Carlota de Bélgica y el Segundo Imperio Mexicano, en un monólogo que integra muchas voces y lugares, donde tienen un lugar Charles Lindbergh, Mariano Escobedo, Eugenia de Montijo, Pancho Villa, Charles Chaplin, Mussolini y muchos más. Es un hermoso huracán donde se unen la tragedia, el drama y la comedia en lo que José Emilio Pacheco llamó alguna vez "el Vietnam del siglo XIX". Tienes que leerla o releerla.
El Seductor de la Patria, de Enrique Serna. El relato de los últimos días de Santa Anna. Pobre, anciano y repudiado, "el guerrero inmortal de Zempoala" tiene que enfrentarse con sus fantasmas, cuando fue el gran caudillo del México de opereta de principios del siglo XIX. Mi favorita.
México Acribillado, de Francisco Martín Moreno. A partir del descubrimiento de una nota publicada por Excélsior en 1947, que dice que el cadáver de Alvaro Obregón tenía 19 balas en su cuerpo, Martín Moreno escribe un capítulo más de una serie de novelas en las que desarrolla el mismo argumento: hay un complot contra México que viene desde la promulgación de la Independencia, en la cual los grupos en el poder se han confabulado para conservarlo, aunque a veces también se enfrenten. Estos grupos son el ejército, los extranjeros, los políticos, los empresarios, y fundamentalmente la Iglesia Católica. Para Martín Moreno, ésta siempre ha intentado ser la dueña de México, y ha colaborado con todos los agresores de la nación. En el caso de este libro, la Iglesia organizó el atentado en la Bombilla con la colaboración de Luis N. Morones y Plutarco Elías Calles, quienes prefirieron pactar con los curas para conservarse en el poder. En este complot estaríamos involucrados todos los historiadores (sí, tú también), porque no hemos dicho LA VERDAD sobre el pasado de México.
Francisco Martín Moreno es un autor muy leído. Yo creo que los historiadores deberíamos prestar más atención a sus textos, ya que, como dije en otro post: la historia sigue siendo un arma política, aunque a veces a Los Hijos de Clío se nos olvide...Aclaro también que no me gustan sus libros.
Juárez, el rostro de piedra, de Eduardo Antonio Parra. Una interesante biografía novelada del único presidente bombero de la historia de México (viejo chiste del Loco Valdés). A través de una narración cronológicamente discontinua, Parra nos muestra a un Juárez sin pedestal, adicto al poder, pero muy humano. Este Benito gusta de los puros, del baile, de las mujeres, de sus hijos y de la comida. No se tienta el corazón para perpetuarse en la presidencia usando su mejor arma, la ley; pero también es un hombre que sufre intensamente a causa del destino que eligió. Tan sólo la imagen de Juárez, recorriendo en las madrugadas los pasillos de Palacio Nacional, buscando los espectros de otros presidentes y dialogando con sus demonios internos, es suficiente para no detenerse en su lectura.
Mi querido Arno, para este tema por favor revisa "Practicing History" de Barbara W. Tuchman.
ResponderBorrarLos académicos de la historia gringos (por lo menos los que he conocido) dicen que la Tuchman no es "historiadora" aunque sus libros estén compulsivamente verificados. Creo que esto se debe a que ella vendió cientos de miles de ejemplares entre el pueblo (¡fúchi!) en tanto que los PhD agotan en diez años el tiro de sus tesis doctorales. "Lo ameno no puede ser académico; Clío vomita todo lo que huela a best seller" podría ser la divisa de esos habitantes de las torres de marfil, de tales "obeliscos" (Jorge González dixit). En México pienso que Krauze se ha revisado a sí mismo y ha transitado el camino el camino mejor, y en la huella Litton Strachey nos ha dado muchas horas de amena, divertida, formativa, historia.¡Gracias a Dios (Clío, of course)!
Abrazo.
Miguel Angel Sánchez de Armas
PD ¿Que jalada es esa de los "Trolls"?
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ResponderBorrarMuy recientemente comencé a leer tu blog (desde el pasado lunes), me ha gustado mucho tu postura acerca del quehacer histórico. Así por elección mía, decidí leerte desde tu primera publicación, hasta ponerme al corriente en la que sea la actual.
Ahora, el punto es que no veo en esta publicación una postura clara respecto a la novela histórica, leí que existen algunas que te agradan, y percibí que aconsejabas a los historiadores tomar un poco de ella?.
Si lo anterior fuera cierto, yo estoy en total desacuerdo, esa preocupación por un estilo literario atractivo para los lectores ya dominó la historiografía, y fue duramente criticada por Croce, quien denostó a todos esos historiadores preocupados por contar cuentitos (“cuentitos” es una paráfrasis propia) para entretener a la gente. Era así, como Croce nos exponía que el quehacer histórico se había dejado a un lado.
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ResponderBorrarAhora, por otra parte, estoy de acuerdo que la historia usa en su discurso a la narración, que es propia de la literatura, por lo que necesariamente el historiador tiene una parte de artista. No obstante considero peligroso que se convierta en una pesada-carga-angustiosa el literalizar a la perfección la narración sobre del discurso histórico. Y opino esto porque Hayden White, como recordaremos, quiso ponerle uniforme (y de varias tallas más chicas) a la historiografía.
Recordemos que para White el “paradigma histórico” (en una de los tres elementos que da), desde su elemento “trama”, éste a su vez puede ser: una tragedia, comedia, sátira o novela. Es muy curioso, y útil para lo anteriormente expuesto, que en su mayoría las “obras” que citaste bien pertenecen a alguna de las clasificaciones del elemento trama, en el paradigma histórico.... quizás sea porque en buena parte de estos autores que citaste no sean historiadores (al menos avalados por la academia).
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ResponderBorrarClaro, los problemas con el modelo de White aparecen cuando le tratamos de ponerle ese uniforme talla ss o -10 (no sé nada de corte y confección, y aún menos de la industria textil) a historiadores o autores de filosofía de la historia como Marx, su trabajo qué sería de acuerdo a la clasificación de trama: una tragedia donde la fuerza de producción siempre han estado oprimidas y aunque algún día llegue la revolución esta sea catastrófica; o una novela, donde a pesar de que las clase trabajadora que ha sufrido durante eones saldrá victorioso a un final feliz: el comunismo?
Será pues que Nietzsche siempre usa una trama satírica para exponer su filosofía de la historia?...... o igual que nuestro ejemplo anterior, el superhombre logrará un final feliz?
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ResponderBorrarDefinitivamente “novela” e “histórica” desde lo hasta aquí expuesto, para mí es una cochinada. Yo no creo que Mary Wollstonecraft haya querido en su “Vindicación de los derechos de la mujer” narrar las diversas situaciones, conflictos, pensamientos, temores y sentimientos que experimentan unos personajes ficticios, pero muy vinculados con la realidad. Ello porque la educación a la que quería llegar era un proyecto verdadero, no una lista del sufrimiento de la mujer inglesa. El fin es analítico.
Me parece que si alguien quiere leer novelas, debería acudir a las más grandes que han existido, de las cuales hay varias con características propias, como los miserables, en la que, si bien las acciones ocurren en el marco de transformaciones francesas, sabemos que Jean Valjean es un personaje que puede tener (si se quiere) todos los matices humanos y socio-culturales (valga la redundancia) de la época. Pero el lector no dudará en que en realidad, los hechos narrados en esta magna obra (puesta como ejemplo, sé que hay otras mejores para otros gustos) no son historia, y por eso se le puede clasificar, sin ningún temor ni duda razonable, como una novela.
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ResponderBorrarSi lo que queremos es Historia, como tú mismo lo dijiste, hay obras magnificas al respecto, por mencionar alguna, me referiré a la “Las transformaciones del mundo mediterráneo. Siglos III-VII”, de Franz Georg Maier, de la colección Historia universal siglo XX, tomo 9, editorial era (cuyo costo por cierto es menor en el FCE que en la misma ERA de la Av. Cerro del Agua). Donde nos expone que rayos pasó cuando Roma (no el imperio romano) cae finalmente, cómo empezó la Edad Media (que como sabremos, no fue en el 476) ni fue (como alguien de Hipona lo propuso) un castigo de Dios (“castigo de Dios es una paráfrasis propia).
Quiero terminar este abuso de tu tiempo señalando lo siguiente. La historia se basa en “fuentes” completamente subjetivas (como el testamento de Constantino, que aunque falso, es un documento histórico importante, o los mismos sentimientos de la nación de Morelos), ellas permiten al historiador trabajarlas e interpretarlas bajo un método razonable que la misma fuente delimita.
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ResponderBorrarEs aquí cuando el historiador debe ser lo suficientemente honesto y objetivo consigo mismo, para no contaminar con su subjetividad a la fuente. El historiador mucho (en mi opinión) se debería de cuidar de manchar su fuente con posturas de su tiempo y conciencia. No puede hacer propuestas en base a su imaginación para nutrir la historia, no puede imaginar que Benito Juárez Jr. Compitió en elecciones contra Porfirio Díaz por el gran peso y obligación que traía aparejado su apellido, esas solo son imaginaciones que deterioran la historia porque la subjetivan todavía más (como si no fuera suficiente que quien escribió nuestras fuentes ya traía un “chip” precargado con toda la circunstancia contextual de su tiempo, como para que el “novelista-histórico” venga a meterle más subjetividad con insinuaciones imaginarias que nos alejan del primer elemento al que responde la Historia: el hecho.
Es verdad, el historiador debe poner más cuidado en su forma de narrar, pero de eso, a hacer una novela del desempeño del escuadrón 201, solo da como resultado crear el chiste que dice que México tuvo un papel importante (en cuanto a lo bélico, porque sabemos que al menos en producción de insumos para USA sí fue importante), con las operaciones del citado escuadrón.
7 y última.
ResponderBorrarEn fin, ¿será recomendable para las personas poco enteradas del “cosmo-Clío” (universo de Clío) que aparte de que nuestras fuentes son subjetivas, llegue otro “imaginante” a echarle de su cosecha (prejuicios, moral, valores, imaginación, su cultura pues…..) para “resolver” o “proponer” soluciones a los problemas históricos?
¿Será inteligente… bueno, valido; que Bartolo (el “medico a la fuerza” de Moliere), si tuviera buenas intenciones, que dirigiera la producción de una investigación acerca del tratamiento del alcoholismo?
(Y citando al creador de este blog) “¿O tú, qué opinas?”.
PD Tuve que dividir mi comentario en siete partes porque cuando trataba de ponerlo todo junto no se enviaba, es la mala onda de estas tecnologías o.... que no se usarlas.