Judokas, luchadores, boxeadores y Don Porfirio



¡Osu no seishin!

La multitud rugía. Entre el humo de los cigarrillos podía distinguir a los dos hombres vestidos en extraños trajes blancos, que lanzaban gritos para luego trenzarse en una extraña lucha. Uno de ellos tomó a su contrincante del brazo y giró mientras se inclinaba hacia adelante. El adversario dio una espantosa vuelta en el aire antes de caer violentamente sobre el escenario...
Los treinta años de gobierno de Porfirio Díaz transformaron a México. Luego de su independencia, el país pasó por medio siglo de crisis económicas, levantamientos, inestabilidad e invasiones extranjeras. En 1876, México comenzó una nueva etapa en la que la dictadura se combinó con el desarrollo económico. Tres décadas después de que Don Porfirio llegó al poder, la nación presumía de su estabilidad política y su riqueza. Al fin ya era un país civilizado que podía ocupar su lugar en lo que en ese entonces se denominaba "el concierto de las naciones".
La pacificación de México y su auge financiero permitieron que sus habitantes comenzaran a tener otros intereses, más allá de los pronunciamientos militares que en el pasado habían ocupado la vida del país. La llegada de novedades provenientes del exterior interesaron a los mexicanos de todas las clases sociales, quienes se abrían ante los cambios que les traía la modernidad. Una de estas novedades fueron los "sport".
Si bien tiene un antecedente milenario, la actividad física vista como una opción recreativa y formativa nació con la modernidad. Los "sport" congeniaban con el espíritu del Positivismo, el cual buscaba el desarrollo integral del ser humano.
En México el positivismo llegó junto con el Porfiriato y modeló la actitud ante la vida que tuvo el país. En una nación pacificada, en bonanza económica y dispuesta a "civilizarse", los "sport" tuvieron un gran auge. Fueron los años en que llegaron las carreras de bicicletas y automóviles, el futbol, el beisbol y la natación. Junto con ellos hicieron su aparación los deportes de lucha, que causaron una gran controversia al final de la dictadura porfirista.
La lucha deportiva llegó a México a finales del siglo XIX, y primero era practicada por extranjeros, quienes viajaban junto a ferias y circos para ofrecer su espectáculo.
En el caso mexicano, la lucha contó con un gran aliado: el teatro. Los empresarios teatrales adoptaron una idea proveniente de España: presentar varios espectáculos por función, lo que hacía que éstas duraran por lo menos cinco horas. las funciones eran variadas, podían contar con números músicales, actos de magia, sketches cómicos, y la presentación de las famosas "Tiples", como Maria Conesa.
En teatros como el Colón y El Principal, los luchadores extranjeros se volvieron parte del espectáculo. El público mexicano estaba fascinado al ver a esos forzudos provenientes de Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Alemania y hasta de Australia. Los empresarios organizaban "campeonatos mundiales" que podían durar semanas, y como las entradas eran baratas, los teatros se abarrotaban para ver los lances de lucha grecorromana y de Catch as catch can.
A mediados de 1909, ocurrió una revolución en el mundo de la lucha en México, con la llegada de Conde Koma. Mitsuyo Maeda, su verdadero nombre, era un japonés que había aprendido Judo en el Kodokan. Como otros compañeros suyos, Maeda aprovechó sus conocimientos para viajar por todo el mundo exhibiendo su arte. Se presentó en teatros de Europa y Estados Unidos antes de llegar a México. Su nombre artístico, "Conde Koma", lo inventó en España durante una de sus giras. Conde Koma, apoyado por otro judoka que conoció en México llamado Nobu Taka, se convirtió en el luchador más famoso de su tiempo.
Sin embargo, la lucha deportiva también tuvo problemas. Las peleas profesionales de box (una de estas disciplinas) fueron prohibidas por el gobierno de la Ciudad de México, ya que para éste era un deporte violento que se prestaba para que hubiera apuestas clandestinas y otros problemas. Al mismo tiempo, no toda la sociedad mexicana veía con buenos ojos esas peleas en las que se mezclaban distintas disciplinas y tenían un cariz más parecido a un circo romano.
Había una parte de la sociedad que consideraba que el mero espectáculo de la lucha depreciaba el carácter formativo de estos deportes. Para estas personas, que en su mayoría eran miembros de la clase alta porfirista, el mérito de los deportes de lucha estaba en practicarlos para desarrollarse física y mentalmente.
En clubes como el Atlético y el Reforma, patrocinaron la enseñanza de distintas disciplinas, como el box, la lucha grecorromana, el judo y el kendo. Aprovechando sus nexos con la embajada japonesa y el ministerio de guerra mexicano, consiguieron instructores japoneses y empezaron a formar la primera generación de artistas marciales mexicanos.
El Club Atlético se preocupó especialmente por hacer exhibiciones para que el público distinguiera entre el espectáculo de la lucha que se presentaba en los teatros, y el noble y caballeresco arte de la defensa personal. El Atlético exhibió las destrezas marciales de sus miembros ante el ministro de guerra, y participó en los festejos por el Centenario de la Independencia de México.
Sin embargo, esta generación de luchadores no sobrevivió más allá de 1911. Por una parte, el espectáculo decayó. Los pugilistas participaban cada vez más en peleas arregladas, las que eran ampliamente anunciadas por los periódicos de la época, pero representaban una total frustración para el público que asistía a verlas. Por otro lado, cuando Porfirio Díaz abandonó el país luego del triunfo de la revuelta maderista, la atención de los mexicanos regresó a los problemas políticos, y el espectáculo de la lucha desapareció.
Conde Koma emigró a Brasil por esos años, donde pasó el resto de su vida enseñando su arte. Los aficionados a las artes marciales mixtas saben que el jujitsu brasileño es una de las disciplinas de contacto más poderosas que existen. Hubiera sido muy interesante que Conde Koma se quedara en México para compartir su experiencia con los mexicanos, pero el tiempo de las artes marciales en nuestro país llegó hasta la década de los 50, con una disciplina hasta ese entonces absolutamente desconocida: el Karate.
(El personaje de la foto es Mitsuyo Maeda, "Conde Koma", cuando deleitaba al público mexicano con su arte).

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